¿Por qué, a pesar del repudio
general a Maduro y su narcotiranía, no se ha rebelado el pueblo? Por dos
razones: 1) No hay un proyecto político-social que lo cautive y lo enganche al
extremo de convertirse en un ideal por el cual jugarse la vida enarbolándolo
como bandera; y, 2) No existe un movimiento político que encarne ese ideal y,
en función del mismo, motive al pueblo y lo organice para que se rebele
corriendo todos los riesgos.
A principios del siglo XIX la
generación libertadora enroló al pueblo provocando la rebelión con la bandera:
INDEPENDENCIA Y LIBERTAD, cuyo ideólogo fue Juan Germán Roscio. Con la
independencia se conseguiría libertarse de la tiranía española. Y así la
independencia se convirtió en un ideal por el cual jugarse la vida. Y el pueblo
se la jugó yendo hasta Bolivia con esta bandera.
Es verdad que al principio los
pobres dudaron porque los ricos fueron los que proclamaron la independencia.
Hasta que Páez, otro pobre de solemnidad, los convenció diciéndoles: con la
independencia nos haremos dueños de la República, que será nuestra. Y así la
independencia, con su gemela la libertad, se hizo bandera de los pobres. Su
victoria originó la etapa de la oligarquía centralista.
A mediados del siglo XIX el ideal
fue FEDERACIÓN, que se convirtió en la bandera enarbolada por el pueblo en la
Guerra Federal. El ideólogo fue Antonio Leocadio Guzmán, quien preguntado
porqué Federación respondió: “porque el enemigo es centralista.” Dio una clave
para la movilización de masas: ser la contracara del gobernante y del sistema
repudiados por el pueblo. Su victoria dio origen a la etapa del Liberalismo
Amarillo.
A fines del siglo XIX Cipriano
Castro emergió con la bandera de la RESTAURACIÓN con la consigna: “nuevos
principios, nuevos hombres, nuevos ideales.” Comenzó con apenas 60 partidarios
y en 4 meses estaba en Caracas, despachando desde la sede presidencial.
Demostró así que cuando un sistema político está desacreditado y el pueblo
hambriento (“aquí el único General con pueblo es el General hambre” decían) cae
ante el empuje de las masas si hay una bandera que cautive y emocione al
pueblo.
A mediados del siglo XX la
rebelión cívico-militar de 1945 puso fin, con la bandera de la DEMOCRACIA, a la
etapa histórica del andinismo militar iniciada en 1899. Su oferta: el pueblo al
poder con el voto directo, universal y
secreto. Duró su gobierno apenas tres años, pero la DEMOCRACIA como bandera
quedó sembrada en el corazón del pueblo, tanto que fue la bandera de la RESTAURACIÓN
DE LA DEMOCRACIA la que motivó la rebelión cívico-militar de 1958.
A fines del siglo XX la
democracia partidista estaba desprestigiada por la corrupción de los partidos,
igual que el liberalismo amarillo a fines del XIX. Apareció Chávez para ponerle
fin enarbolando la bandera de la QUINTA REPÚBLICA, contracara de la CUARTA
REPÚBLICA como llamó a los 40 años de democracia. Resultó un engaño. No hay
República, sino Protectorado de Cuba. No hay democracia, sino comunismo. No hay
riqueza, sino pobreza extrema. No hay libertad, sino narcotiranía. No hay
honestidad, sino enriquecimiento grosero por saqueo a la Nación. A 21 años de
esta etapa, gobernantes y sistema están totalmente desprestigiados y son
repudiados por más del 80% de los ciudadanos que claman por un cambio
político-social sin más demora. Pero no hay un movimiento político que cautive
con un proyecto y una bandera que motive al pueblo.
Salir de Maduro y su narcotiranía
no es suficiente. Restaurar la democracia no atrae tanto como antes porque, ya
desprestigiada en su final, el chavismo se encargó de desacreditarla. Hay que
asumir un proyecto distinto y enarbolar una bandera que emocione.
Nuestra tarea, de los que no
somos activistas políticos ni militamos en ningún partido, es contribuir a
subsanar esta falla con un ideal que cautive al pueblo y una bandera que
enarbole un movimiento de masas que ponga fin a la narcotiranía títere de Cuba e
inaugure la nueva etapa histórica que deberá durar por lo menos hasta fines del
siglo XXI.
Jesús Antonio Petit Da Costa
PLAN 1 16-05-20
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