jueves, 24 de octubre de 2019

EL EJÉRCITO CONSTITUCIONAL CONTRA LA USURPACIÓN



La usurpación es un acto de fuerza que se combate con la fuerza, porque contra la fuerza sólo cabe la fuerza. Precisamente a  usar la fuerza contra la fuerza estamos obligados todos los ciudadanos cuando hay usurpación de la Presidencia de la República. Así lo dispone el Art. 333 de la Constitución: “si dejare de observarse por acto de fuerza”, en “tal eventualidad, todo ciudadano investido o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia.” O sea, todos debemos colaborar para vencer con la fuerza al acto de fuerza. Pero el mayor obligado es el Encargado de la Presidencia de la República al cual se le ha encomendado expresamente el “cese de la usurpación”, por cuyo motivo tiene accidentalmente la jefatura del movimiento destinado a restablecer la vigencia efectiva de la Constitución de este modo.
¿Qué debió haber hecho Guaidó para cumplir con su deber de cesar la usurpación de Maduro? Debió organizar el ejército constitucional para ejercer la fuerza contra la fuerza. ¿Cuál ejército? El ala civil primero y el ala militar después, hasta que ambas confluyeran en una acción cívico-militar como en 1958. ¿Quiénes constituirían el ala civil del ejército constitucional? Están disponibles 20 millones de venezolanos que viven todavía en el país. Constituyen el 80% de la población que estamos contra Maduro y su narcotiranía. Los hubiera reclutado selectiva y progresivamente para la acción. Y los hubiera organizado, poniéndolos bajo la dirección de un comando. Exactamente como lo hizo la resistencia francesa contra la ocupación alemana y la resistencia clandestina venezolana contra la anterior tiranía.
Agreguemos el ala civil en el extranjero con los 5 millones de emigrantes venezolanos, que debieron ser organizados para estas tareas: 1) Prestar apoyo logístico al ejército civil interior; 2) Servir de propagandistas de la causa en el extranjero; y, 3) Entrenar cuadros para que refuercen al ejército civil interior e ingresarlos al territorio nacional.
Contra un ejército civil de esta magnitud no habría fuerza militar que pudiera derrotarlo; por el contrario, terminaría sumándosele la mayoría de los militares formando el ala militar del ejército constitucional. Victoria asegurada contra el usurpador.
Guaidó fracasó por no haber asumido el rol de Comandante en Jefe del Ejército Constitucional contra la usurpación. ¿Lo intentará a última hora? Ya es tarde para él porque en contra suya tiene la desconfianza por el temor de todos a ser traicionados con una voltereta de diálogo y arreglo con Maduro, inducido por las malas compañías de políticos colaboracionistas causantes de su perdición.
Pero la rueda de la fortuna política que lo favoreció, premiándolo con la oportunidad que desperdició, sigue dando vuelta.   
                                                                                                         


martes, 22 de octubre de 2019

SE LE MURIÓ EL MUCHACHO EN LA BARRIGA


Hace nueve meses Juan Guaidó asumió como Encargado de la Presidencia de la República con este encargo: 1) Cese de la usurpación; 2) Gobierno de transición; y 3) Elecciones libres. Transcurridos nueve meses podemos decir, por ser coincidente biológicamente con la maternidad, que  “se le murió el muchacho en la barriga.”
Lo demuestra que Maduro sigue allí, a pesar de que existen todas las condiciones objetivas y subjetivas en su contra. Las primeras se resumen en colapso de la economía y crisis humanitaria. Las segundas en un hecho evidente: Maduro no tiene pueblo. Lo repudian, por lo menos, 8 de cada 10 venezolanos, por cuyo motivo ha tenido que convertirse en tirano sostenido por bandas de delincuentes uniformados y enmascarados.
En esta situación debió haber caído en estos nueve meses. La única explicación de no haya sucedido así es que, si bien no tiene pueblo, tampoco tiene oposición en contra. Guaidó no ha cumplido este rol, no obstante de que las circunstancias le favorecían. No entendió que existe oposición a una tiranía cuando hay un movimiento insurreccional político-social con el objetivo de derrocarla. Su inexistencia es causa fundamental de que Maduro, sin pueblo y en medio de una pavorosa situación que ha degenerado en crisis humanitaria, se mantenga en el poder.
Una insurrección popular puede hacerse sin armas. Hay varios ejemplos en el mundo. Valga entre nosotros el ejemplo de 1958 cuando, sin haber desastre económico, la tiranía fue vencida por la insurrección popular, dirigido el pueblo como un ejército civil. Sucedió así porque hubo líderes que tuvieron claro que contra una tiranía sólo cabe la insurrección, la cual debe organizarse adaptada a las circunstancias.
A Guaidó se le “murió el muchacho en la barriga” por atarse a los desacreditados partidos políticos colaboracionistas, a pesar de que desde un principio ellos se negaron a juramentarlo como Presidente Encargado. No asumió el liderazgo de la sociedad civil, la única que ha hecho oposición de verdad. Y la cual se ve ahora en la necesidad de engendrar en su seno (con seguridad lo hará) el movimiento insurrecional que llene el vacío que nos deja la ilusión perdida, el muchacho que se le murió a Guaidó en la barriga.


TRANSICIÓN 11