lunes, 27 de julio de 2015

La Era del Narco-Gobierno de la Delincuencia Organizada



Liberación Nacional y No-Reelección (132)

Será así con este nombre que se conocerá en la historia la etapa iniciada en 1999, que para vergüenza nuestra todavía no termina por culpa de los colaboracionistas
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El pasado mes de abril de 2015 circuló por la red un libro estremecedor. Se titula: “BUMERÁN CHÁVEZ”. Tiene por subtítulo: “los fraudes que llevaron al colapso de Venezuela.” Su autor: el periodista español Emili J. Blasco, corresponsal de ABC de Madrid (España) en Washington (Estados Unidos), quien se ganó nuestra confianza cuando informó, por medio del diario para el cual trabaja, la verdad sobre todo el proceso de la enfermedad y muerte del difunto en Cuba.
La lectura de este libro me trajo dos recuerdos de la época en que era un joven militante de la resistencia clandestina contra la que creíamos que sería la última tiranía, la cual derrocamos en 1958. El primero fue la lectura de EL LIBRO NEGRO DE LA DICTADURA que circulaba clandestinamente como publicación anónima, el cual le costó prisión a su editor José Agustín Catalá seguramente por una delación. Era el libro una denuncia testimonial de los crímenes de la tiranía cuando apenas comenzaba (1952).  Recordé también el libro LA ERA DE TRUJILLO, escrito por el profesor universitario Jesús Galíndez, quien vivió exiliado en la República Dominicana y allí conoció el horror de la tiranía trujillista. Escribir el libro le costó la vida. Habiendo huido a Estados Unidos, donde daba clases en la Universidad de Columbia, fue raptado de su apartamento en Nueva York por agentes secretos de la tiranía que lo transportaron de vuelta adonde el tirano. Nunca se consiguió su cadáver. Podemos considerar, sin embargo, que fue vengado por el grupo armado que mató a Trujillo en una emboscada, poniendo fin a la tiranía. Desde luego, Blasco no correrá la misma suerte de Catalá porque no vive en Venezuela y tendrá cuidado en no venir. Y cabe esperar que tampoco corra la de Galíndez, aunque los tentáculos de la delincuencia organizada traspasan las fronteras.
Me viene a la memoria la lectura de ambos libros en clandestinidad por la semejanza de las circunstancias. Blasco, como Galíndez, lo escribió en el extranjero. Y siendo ambos españoles, lo han hecho por la identificación con la causa de la libertad y la democracia, los derechos humanos y la ética, por un compromiso intelectual de solidaridad con los oprimidos, de Galíndez con los dominicanos y de Blasco con los venezolanos. Pero a diferencia de Galíndez, que vivió bajo la tiranía trujillista, Blasco se vale del testimonio de algunos que han vivido en las entrañas de la tiranía comunista y pueden dar fe de su podredumbre moral y política. Son los testigos presenciales del crimen contra un país y su pueblo. En esto se emparenta con la recopilación de Catalá en su libro, con una diferencia. La anterior tiranía fue decente comparada con la actual. Fue cruel, pero no descendió tan bajo en el crimen como la que padecemos.
El libro de Blasco debería ser material de lectura obligatoria para todos los venezolanos. Supliría el que, por no haber oposición sino colaboracionismo, no tengamos siquiera quien haya imitado a Catalá. Tal vez los miembros del Foro Penal, que han salvado el honor de la abogacía, lo escriban más adelante en base a los testimonios que han recogido de sus defendidos, pero ya será como el que nos dejó José Vicente Abreu: SE LLAMABA SN, escrito (1962) para que jamás olvidáramos lo que fue la anterior tiranía. Si hubiese oposición, y no colaboracionismo, el libro de Blasco tendría amplísima difusión para que millones de venezolanos se enterasen de que somos gobernados, desde hace quince años, por la delincuencia organizada. Para evitar la persecución vía judicial debería difundirse como literatura clandestina. Se comenzaría haciendo su lectura por capítulos, uno en cada reunión de partido y de la sociedad civil, como lo hacíamos en las células de la clandestinidad, para asimilarlo y analizarlo. Se le entregaría copia del capítulo leído a los asistentes para que a su vez lo lean en el hogar, a los compañeros de trabajo o a los amigos. Y para que lo reproduzcan distribuyéndolo en el vecindario. Así se le daría la mayor difusión para que todos conozcan la podredumbre de esta tiranía, sin parangón en la historia de Venezuela, y tomen conciencia sobre la realidad del país y la calaña de la gente que nos gobierna desde hace quince años. Desde luego para su mayor impacto en las masas habría que cambiarle el título en la copia, por ejemplo: LA ERA DEL NARCOGOBIERNO DE LA DELINCUENCIA ORGANIZADA. Porque será con este nombre que se conocerá esta etapa de nuestra historia, en la cual hemos padecido, y aún padecemos, la peor tiranía jamás vista por ser la tiranía de los peores.

lunes, 20 de julio de 2015

La fuerza todavía sin nombre y sin rostro



Liberación Nacional y No-Reelección (131)

La constituye la inmensa mayoría de independientes que estamos contra Cuba, contra el comunismo y contra la tiranía títere, pero también diferenciados de los colaboracionistas que les sirven de comparsa electoral.
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Hay tres fuerzas políticas: los títeres de Cuba, los colaboracionistas que usurpan el rol de la oposición y la verdadera oposición hasta ahora sin nombre ni rostro a la que aquéllos llaman radical. Es fundamental establecer las diferencias básicas entre ellas.
Los títeres, que ejercen el gobierno formal, representan a Cuba a la cual sirven. Son, pues, traidores a la patria, pura y simplemente. Los colaboracionistas colaboran con Cuba al no definirse contra ella, ni convertir la liberación de Venezuela en su objetivo prioritario, por lo cual le hacen creer al pueblo que la lucha es entre venezolanos ocultando que es de venezolanos contra Cuba y sus títeres, los traidores a la patria. Los no-colaboracionistas o radicales fijamos como objetivo prioritario liberar a Venezuela de Cuba, recuperando la soberanía. Si no nos liberamos de Cuba, seguiremos siendo la vergüenza de América, el único país sinvergüenza dominado por otro país sin rebelarse. Sin liberación no seremos soberanos y sin soberanía no somos nadie, ya que no podemos decidir nuestro destino. La liberación es, además, una cuestión de dignidad y honor, de autoestima como Nación. Entonces: primero liberarnos de Cuba y después vendrá todo lo demás.
Los títeres son comunistas que han venido implantando el modelo cubano, obedeciendo órdenes de sus amos. Los colaboracionistas no son comunistas ni anticomunistas. Son ideológicamente oportunistas. Critican el “modelo económico del gobierno” sin calificarlo de comunista, copia del cubano. No atacan el comunismo, ni se atreven a llamar comunistas a los títeres. Los llaman populistas, siendo ellos tan populistas como los otros. Los colaboracionistas se avergüenzan del capitalismo, pero no dicen cuál es su modelo económico. Los no-colaboracionistas o radicales estamos contra el comunismo, cuya implantación es la causa del colapso económico y del desastre general que ha degenerado en el reino del malandraje. Consideramos que el comunismo es una importación traída de Cuba, rechazada en el referéndum de 2007 por el pueblo venezolano que es profunda y radicalmente anticomunista. Estamos conscientes de que sólo nos liberaremos del comunismo si nos liberamos antes de Cuba. Y, desde luego, siendo anticomunistas, adherimos al capitalismo que es el sistema de los países prósperos de América y Europa. No sentimos vergüenza que se nos identifique con el modelo económico de éstos. Vergüenza sentimos pareciéndonos a Cuba.
El gobierno títere hace alarde de ser democrático, cuando en verdad es una tiranía, la peor tiranía por ser la tiranía de los peores. Los colaboracionistas le prestan el antifaz de democracia al legitimar la tiranía convalidando su ilegitimidad de origen con la aceptación del fraude electoral y su ilegitimidad de ejercicio incorporándose a la administración colonial de la cual participan. Los colaboracionistas son o aspiran a ser funcionarios de la administración colonial al servicio de Cuba en calidad de subalternos (diputados, gobernadores, alcaldes). No dicen que estamos bajo una tiranía, y menos aún que es una tiranía comunista de un protectorado de Cuba. Los opositores o radicales estamos contra la tiranía, a la cual llamamos por su nombre, y contra toda forma de colaboración con Cuba y sus títeres.
Para salir de una tiranía, sobre todo la títere de una potencia extranjera, deben combinarse todas las formas de lucha que sirvan para ponerle fin. Todas, sin descartar la electoral pero no para cohabitar sino para demoler o dinamitar a la tiranía. Es lo que sostenemos los no-colaboracionistas o radicales. Los colaboracionistas sostienen lo contrario. Comprometidos como están con la tiranía sólo admiten participar en elecciones fraudulentas de las cuales obtienen el premio de cargos que los incorpora a la administración colonial.
En las filas colaboracionistas surgió una disidencia, que parecía ser la que daría nombre y rostro a la verdadera oposición con la cual coincidió al presentarse con el slogan: “la salida está en la calle.” Pero se detuvo en la puerta de salida del colaboracionismo a la espera de las candidaturas. Una contradicción insostenible: ser y no ser colaboracionista. Entonces el gobierno títere actuó como tribunal disciplinario del colaboracionismo inhabilitándolos para ser diputados. Están entre la espada y la pared: regresan de rodillas al colaboracionismo perdiendo su oportunidad histórica o dan el paso decisivo de salida aglutinando a la masa de independientes no-colaboracionistas o radicales.
Dicen en mi tierra: chivo que se devuelve, se “esnuca”.

lunes, 13 de julio de 2015

Toda Venezuela es Territorio en Reclamación



Liberación Nacional y No-Reelección (130)

No sólo el Esequibo sino toda Venezuela es territorio en reclamación, para cuya recuperación debemos sustituir al Comandante en Jefe de la FAN forzando su renuncia.
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No me cansaré de repetirlo. Chávez era un infiltrado de Cuba en la FAN para ponerla a su servicio y así tomar posesión de Venezuela sin disparar un tiro. Tarde nos dimos cuenta. Fue cuando hizo ostentación reiterada de su sumisión y servilismo a Fidel Castro. Desde entonces el gobierno de Venezuela reside en La Habana. Aquí despacha el títere, que está a la cabeza de la administración colonial y con tal carácter va allá a rendir cuenta y recibir órdenes. Esto lo sabe el mundo entero y por este motivo somos la vergüenza de América. El único país de América Latina gobernado por otro. Tenemos bien ganada la imagen de pueblo sinvergüenza porque soporta, sin rebelarse, la indignidad y el deshonor de estar bajo un títere. Tan sinvergüenza que no tiene oposición sino colaboracionismo, usurpando los colaboracionistas el rol de aquélla, con la complacencia de millones de electores que votan consecuentemente por ellos para que se integren a la administración colonial en cargos inferiores porque ningún espacio de servicio a Cuba debe dejarse sin ocupar. De allí que los candidatos no denuncien al títere de Cuba ni se planteen, como lo hicieron los libertadores en el siglo XIX, liberarnos de Cuba como objetivo prioritario de la lucha, ya que sin soberanía no somos nadie ni podemos decidir nuestro destino.
Cedida la soberanía Cuba maneja la política exterior de Venezuela que pasa a ser Cubazuela, por lo cual no se necesita un experto diplomático ni un catedrático de Derecho Internacional para el Ministerio de Relaciones Exteriores. Podría convertirse en un estorbo para cumplir las órdenes de La Habana. Mientras más ignorante sea, mejor. Su mejor credencial es el servilismo a los Castro y su títere. Quedó claro cuando Chávez nombró a Maduro, que el ministro de aquí sólo sería el portavoz de la cancillería de allá, que sí es experta. Maduro únicamente repetía lo que desde La Habana se le ordenaba decir y hacer. Fue la época en que el difunto sumó tres delitos de traición, teniendo por coautor a su ministro: la ya consumada traición a la patria por ceder la soberanía nacional a Cuba, la traición a la patria por la cesión territorial de la frontera sur y oeste a los colombianos en la persona de las FARC y la traición a la patria por la renuncia al Esequibo. Tres traiciones de ejecución continuada.
La renuncia al Esequibo fue una orden de La Habana ajustada a los intereses nacionales de Cuba. No es la primera mutilación del territorio nacional. La isla de Trinidad era, a fines del siglo XVIII, la Provincia de Trinidad dentro de la Capitanía General de Venezuela. En 1797 España, que era el poder imperial, la cedió al Reino Unido. Exactamente 14 años antes de que Venezuela se declarara República independiente. Si para 1811 hubiese sido Trinidad provincia venezolana formara parte del territorio nacional por estarlo dentro de la Capitanía General.
Comenzando el siglo XXI Cuba, poder imperial, le ordenó a su títere Chávez renunciar al Esequibo a favor de Guyana, lo que hizo expresa y obedientemente con una declaración categórica, siendo Maduro su ministro. Cuba dio la orden por dos motivos. El primero, Guyana estaba desde los años 50 del siglo pasado bajo el gobierno del partido socialista, así se llaman los comunistas en América para disimular. Era, por tanto, un compañero de ruta de Cuba, que le ayudaría a conseguir los votos de los Antillas de habla inglesa para contrarrestar a Estados Unidos en la OEA, como efectivamente sucedió. El segundo, Guyana socialista era aliado de la Internacional Comunista de América Latina (Foro de Sao Paulo), como lo demostró en UNASUR, CELAC y OEA. Y es lo que explica que al gobierno del Foro en Brasil, bajo la presidencia de Lula y Dilma, le haya dado concesiones para la explotación de minerales preciosos y estratégicos en el Esequibo.
Ocurrió que este año 2015 fueron derrotados los comunistas/socialistas y ganó la oposición en Guyana. Entonces Maduro descubrió el Esequibo y ha armado un escándalo. No lo motiva el arrepentimiento por su traición, por lo demás tardío. Es una orden de La Habana para incomodar al nuevo gobierno de Guyana y forzarlo a cuadrar con la Internacional Comunista.
Si hubiese oposición aquí, qué debería hacer? Exigir la renuncia de Maduro porque está descalificado para ser Comandante en Jefe en la operación de rescate del Esequibo, por su ejecutoria y antecedentes, y porque no sólo debemos recuperar el Esequibo sino toda Venezuela porque toda Venezuela es ahora Territorio en Reclamación.

domingo, 5 de julio de 2015

Transición a la venezolana en dos pasos


El primero sería liberarnos de Cuba repitiendo el 19 de abril y el segundo repetir el 5 de julio, doscientos años después, con el restablecimiento de la vigencia efectiva  de la Constitución de 1961 que disolvería la administración colonial.
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Es imposible aquí la transición a la española o a la chilena porque nuestra realidad es diferente. La España de Franco y el Chile de Pinochet no eran protectorados de otro país como lo es Venezuela de Cuba. España y Chile eran entonces, y siguen siendo, países soberanos. En cambio, la Venezuela actual (Cubazuela) carece de soberanía. Es un protectorado de Cuba. Franco y Pinochet no eran títeres de una potencia extranjera. En cambio, Maduro y su gobierno son títeres de Cuba. Y al serlo condicionan toda la estructura institucional, haciéndola partícipe de esta subordinación. Por vía del gobierno títere, que concentra el poder como toda tiranía, todos los órganos de los poderes públicos están subordinados a Cuba, a la cual sirven. Forman la administración colonial que obedece las órdenes de la monarquía comunista cubana, que ha destacado aquí a dos jerarcas para ejercer el poder en la sombra: Ramiro Valdés y Orlando Borrego. Son los que mandan por delegación de los Castro.
La transición venezolana tendrá que ser distinta a la española y a la chilena, porque primero tenemos que independizarnos de Cuba recuperando la soberanía. El paso inicial sería repetir el 19 de abril de 1810 haciendo renunciar a Maduro como entonces los libertadores hicieron renunciar a Emparam, lo que se complementaría con la expulsión de los agentes de la monarquía comunista cubana. Y, el paso siguiente, sería asumir de inmediato la soberanía restableciendo la vigencia de la Constitución de 1961, que sería la nueva Declaración de Independencia por su efecto fulminante: la disolución de los poderes públicos que forman la administración colonial de Cubazuela, sirviente de Cuba, y la reinstalación de los poderes públicos de la Venezuela soberana. No hacerlo y seguir aplicando la Constitución del 99, que ha resultado ser un estatuto colonial impuesto por el Golpe de Estado continuado y sistemático iniciado ese año para cederle la soberanía a Cuba, frustraría la transición a la democracia. Si no se da el “contragolpe constitucional” ordenado por la Constitución del 61 en el Art. 250, todo se vendría abajo. Lo derrumbaría la cúpula judicial. Téngase presente que, a diferencia de las dictaduras anteriores, estamos frente a una cúpula judicial ideologizada, que ha hecho profesión de fe “socialista y chavista” y cuyos actos públicos y sentencias son descaradamente políticos. No cabe esperar entonces que adopte una actitud de neutralidad o adaptación al cambio de gobierno y mucho menos de sistema, a diferencia de los magistrados y jueces del gomecismo y del pérezjimenismo (No registra la historia actos solemnes del Poder Judicial durante la dictadura gomecista en los cuales magistrados y jueces hayan coreado: “uh, ah, Gómez no se va”, ni tampoco durante la dictadura militar hubo exclamaciones semejantes en el Palacio de Justicia: “uh, ah, mi general Pérez no se va”). Ni siquiera en tiempos de Franco (España) ni de Pinochet (Chile) sucedió algo parecido. Al restablecer la vigencia efectiva de la Constitución de 1961 quedaría disuelto, junto con los demás órganos de la administración colonial, el Tribunal Supremo de Justicia, resurgiendo la Corte Suprema de Justicia. Sería revertir el Golpe de Estado que se inició en 1999, dado por traidores a la patria para ceder la soberanía a Cuba, por lo cual a la reversión la llamamos “contragolpe constitucional”.
Pero la transición podría tomar un giro distinto si el TSJ, abjurando de su ejecutoria, se atreve a declarar la ilegitimidad de Maduro para ejercer la presidencia por no cumplir el requisito de nacionalidad exigido por la Constitución y por el fraude constitucional consumado en la sucesión, obligándolo a dejar el cargo por usurpador. En tal caso el TSJ haría un papel semejante al que tuvo el Cabildo de Caracas el 19 de abril de 1810, cuando pasó de órgano servil de la monarquía española a encabezar el proceso de transición a la independencia de Venezuela.  Sería el más sorprendente, por inesperado, inicio de una transición a la venezolana. Desde luego, no creo que suceda esto último. Pero lo dejo escrito por si acaso alguno revisa el espejo de la historia y allí ve lo que le pasó a los que no desembarcaron a tiempo.
El objetivo: LA RENUNCIA DE MADURO.
La consigna: FUERA MADURO.


Liberación Nacional y No-Reelección (129)