jueves, 28 de abril de 2011

Lloviendo sobre mojado

He dado el perfil del presidente adecuado para la transición: independiente, veterano, no-oligarca y cuatriboleado. Al hacerlo he querido obligar a la reflexión, ahora cuando va a iniciarse apenas la campaña para las primarias y aún no se han desatado las pasiones por la adhesión a un candidato. Voy a insistir. Creo que es mi deber, despojado como estoy de compromiso político, y por ello insospechable de estar a favor o en contra algún aspirante. Espero que ninguno lo tome como algo personal.
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Los candidatos de partido tienen una debilidad intrínseca. A los militantes de otros partidos se les hace difícil votar por él. A los independientes se les hace incómodo hasta votar usando la tarjeta de un partido, lo que justifica el reclamo de una tarjeta única de la oposición. En las actuales circunstancias esto se agrava porque, siendo pequeños todos los partidos, el voto implica concederle la hegemonía de la oposición al partido del candidato, en perjuicio de los otros. Cualquiera entenderá que a muchos, sobre todo a los que integran la maquinaria del partido excluido, no les agradará hacer esta concesión. A final de cuentas, el candidato de partido, gane o pierda, habrá convertido a su partido en el mayoritario con el voto de los demás, por lo cual resulta explicable la inhibición o renuencia de los otros. Este solo hecho justificaría la escogencia de un independiente, aparte de las razones que expuse la semana pasada. En este momento histórico del país el mayor acto de patriotismo que podría dar un partido sería postular un independiente. Hasta ahora ninguno lo ha hecho, proyectando una imagen de ambición desmedida. Es la hora del desprendimiento, de pensar más en Venezuela que en el partido. La hora de los candidatos de partido vendrá después de la transición.
He dicho que la transición exige un veterano. No sólo por la experiencia, sino también que por su edad se nos hará menos difícil hacerlo entrar por el aro de la no-reelección, la cual será regla fundamental de la nueva democracia.  ¿La aceptaría un joven de 40 años?  Desde el momento en que lo haga, tengámoslo como mentiroso. Si lo jura, incurrirá en perjurio. No hay en la historia de América Latina un solo caso de un joven presidente que no haya buscado la reelección, maniobrando descaradamente para hacérsela aprobar. ¿En qué cabeza cabe que a los 46 años, después de haber tenido el poder máximo, un hombre se retire para hacer vida de político jubilado? Nadie en su sano juicio se lo cree. Entonces cómo vamos a creerle tamaño embuste a un muchacho que se postule. Aquí cabe una advertencia: no tengo nada contra los jóvenes que anuncian su postulación. Al contrario, considero que son valiosos, promesas con mucho porvenir. Les daría un consejo: moderen su ambición. Esperen su hora que vendrá más adelante.
He dicho que un oligarca no es el adecuado para presidente de la transición. A la palabra “oligarca” le ha dado El Tirano el significado impropio de rico especulador. ¿Descalifica políticamente ser “oligarca”? En la Venezuela actual sí. No sólo por rico, que mueve el resentimiento social explotado por los comunistas, sino por la imagen de especulador, que despierta el odio de los desposeídos. Por este motivo un candidato que encaje en la definición de “oligarca” puesta de moda por los comunistas, sería descuartizado. No llegaría a presidente. En todas partes le pondrían el canto de la Guerra Federal: “oligarcas, temblad, viva la libertad.” Para que un “oligarca” llegue al poder tendrá que haberse estabilizado la nueva democracia y haberse aplacado los resentimientos sociales. Los “oligarcas” deben, por ahora, ayudar a la transición posponiendo sus legítimas ambiciones de poder político.
Finalmente repito la condición principal y más relevante que debe tener el presidente de la transición: ser un “cuatriboleado”. No creo que haya quien lo discuta. Los que no lo sean, favor abstenerse.

lunes, 25 de abril de 2011

Independiente cuatriboleado, veterano y no oligarca

Este es el perfil del venezolano adecuado para presidir el gobierno de transición, cuya tarea histórica será llevarnos de la tiranía comunista a la nueva democracia y ponernos en camino de la modernidad. 
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¿Porqué un independiente? Porque sólo un independiente puede constituir un gobierno que sea de unidad nacional, tratando a todos los partidos en condiciones de igualdad. Porque sólo un independiente puede anteponer el interés nacional sobre el interés partidista. Porque sólo un independiente puede constituir un gobierno con los mejores profesionales y técnicos, prescindiendo de su afiliación política. Porque sólo un independiente tendría, como Comandante en Jefe de la FAN, la autoridad moral de la que carecería un dirigente de un partido.   
¿Porqué un veterano? Porque sólo un veterano, garantiza, por estar cercano a la vejez o por ser ya viejo, que no aspirará a la reelección y que hará aprobar la no-reelección absoluta como regla fundamental para asegurar la alternancia en el poder. Un muchacho, que lo es el menor de cincuenta años tratándose de la presidencia, sería peligrosísimo. Nadie más peligroso que un muchacho de presidente. Allí tenemos a El Tirano para demostrarlo. Llegó muchacho y tiene todo arreglado para quedarse en el cargo hasta que Dios disponga. Vean a los que llegaron muchachos a gobernadores y alcaldes. No le dan chance a otro. Ya están peleando para que los dejen competir por la presidencia sin soltar el cargo que ya tienen. Es que muchacho no acepta jubilación temprana; por el contrario, le encanta la reelección indefinida. ¿Quién lo convence de que se retire, cuándo todavía está en forma?
¿Porqué no un oligarca? Porque a un oligarca o a un cachorro de la oligarquía, se le vendría el mundo encima. No hay mejor bocado para la jauría comunista. Lo destrozan, planteando la lucha de pobres contra ricos.  Además los oligarcas ya tuvieron la oportunidad de hacer la transición y pusieron la torta. Fue en abril de 2002 cuando frustraron una hermosísima rebelión popular, nunca antes vista, y por su torpeza la convirtieron en la más ridícula comedia de equivocaciones. ¿Qué sería lo mejor para la transición? Un independiente que no sea oligarca ni huela a oligarquía. Y que durante la transición mantenga nítidamente separados política y negocios. Un consejo a la oligarquía: reserve sus fichas para después de la transición, evitando a los demócratas otro fracaso en la lucha contra la tiranía comunista.
¿Porqué cuatriboleado? Porque sólo un cuatriboleado podrá tomar decisiones como éstas: disolver las milicias bolivarianas y poner orden en la FAN, sacando a los comunistas uniformados y a los corruptos; deportar a los comunistas cubanos y expulsar del territorio nacional a los guerrilleros colombianos; enfrentar a sangre y fuego, sin que se le agüen los ojos, a la delincuencia común y a la organizada, para darle seguridad a los ciudadanos; depurar las policías y todos los poderes públicos para restablecer el imperio de la ley; desarmar las bandas terroristas bolivarianas; limpiar la Administración Pública de los vagos con franelas rojas y acabar con la guachafita; meter presos y embargarle los bienes a los corruptos que han saqueado a la Nación; y cortarle el subsidio a Cuba y exigirle el pago de la deuda. Es apenas un muestrario de lo que no puede dejar de hacer el presidente de la transición, porque de lo contrario lo tumban.
No hay duda. Para la transición se requiere un cuatriboleado, en su doble acepción venezolana: tanto persona con gran capacidad y experiencia como valiente, audaz y atrevido (Diccionario de Venezolanismos).

lunes, 11 de abril de 2011

El cerrojo está puesto: ¿quién tumbará la puerta?

El Tirano le ha puesto el cerrojo a la puerta de salida con la reforma de la FAN, que privilegia a las milicias, el ejército privado que está bajo sus órdenes directas para que actúe en el supuesto de que falle el fraude electoral. ¿Quién de la oposición está dispuesto a tumbar la puerta volando el cerrojo?
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Para tumbar una puerta con cerrojo se necesita un ariete. Así llamaban en la Antigüedad a la viga larga que se empleó para batir murallas. ¿Cuál sería el ariete esta vez? Desde luego, el mejor ariete se llama pueblo. ¿Cómo se convertiría el pueblo en ariete? En un proceso de tres etapas: primero crear conciencia, después agitación y finalmente entrar en acción. Son los tres pasos clásicos del movimiento de masas.
Dentro del plan de construcción del comunismo, encomendado a la FAN por la ley de El Tirano (léase exposición de motivos), las milicias “bolivarianas” tienen una misión concreta: ser el brazo armado del comunismo que, como tal, impida por una parte que un demócrata asuma el poder si acaso falla el fraude electoral; y, por la otra, neutralice a los militares profesionales que se atrevan a hacer cumplir la Constitución. Las milicias no existen para enfrentar una invasión extranjera. Existen para asegurar la perpetuación de El Tirano en el poder contra la voluntad popular.
¿Qué procede hacer entonces respecto a las milicias? Una sola cosa: exigir su disolución inmediata. Así mismo, sin titubeos. Argumentos jurídicos sobran para reforzar los argumentos políticos. Las milicias son inconstitucionales, porque la Constitución no las incluye en la FAN como un quinto componente. Al ser inconstitucionales, están fuera de la ley. No son FAN y no pueden serlo. Al no ser ni poder serlo, son una fuerza para-militar. No están al servicio de la Nación, sino de El Tirano, en calidad de ejército privado que él manda directa y personalmente obviando la estructura jerárquica. Como tienen por finalidad su perpetuación en el poder, condición indispensable para implantar el comunismo, son el ejército irregular del Estado paralelo al constitucional, el que denominan Poder Popular o Poder Comunal. Las milicias son la fuerza armada de los alzados contra la Constitución, que han montado su República aparte, distinta a la institucionalizada en la ley suprema. ¿Cómo se haría su disolución? Simplemente derogando el capítulo respectivo de la ley orgánica. 
Hay, pues, dos fuerzas militares. La legítima y la ilegítima, la regular y la irregular. Ambas tienen un Comandante en Jefe, que deviene en ilegítimo por dos motivos: porque lo es como jefe de un cuerpo para-militar (las milicias) y porque, respecto a la FAN, desnaturaliza y desvirtúa la función que le atribuye la Constitución, al contrariar el espíritu, propósito y razón del mando que le confiere. Cuando la Constitución designa al Presidente de la República como Comandante en Jefe de la FAN, le está confiriendo una función política, no un grado militar.  Es una función política que tiene por finalidad hacer efectiva la preeminencia y supremacía del poder civil sobre el militar, por cuyo motivo dicha función no puede desnaturalizarse ni degenerar en grado militar. Cuando un Presidente de la República crea el grado militar de Comandante en Jefe viola la Constitución, deslegitimando su autoridad. Deja de ser una autoridad legítima, porque la Constitución se la confiere a un civil, no a un militar, para que, en la persona del civil, los militares se subordinen y sometan al pueblo civil, titular de la soberanía, y al obedecer al civil que ejerce la presidencia declaren su acatamiento a la Constitución que encarna. Al no ser un grado militar, no puede existir un uniforme de Comandante en Jefe que, según la ley de El Tirano, él mismo se inventará, tal vez copiando los estrafalarios de Gadafi. Si lo usa es igual a que lo use un civil, con las consecuencias previstas en las leyes militares ¿Cómo se restablece la Constitución? Derogando el precepto inconstitucional de la ley orgánica, que crea el grado militar de Comandante en Jefe y la oficina de la Comandancia en Jefe.
¿Será posible conseguir lo que he planteado? Sí es posible. Estudiantes, trabajadores y ahora enfermeros, nos han demostrado que El Tirano retrocede cuando ve decisión en el adversario. Pero no sólo es posible. Es absolutamente necesario. Hay que poner el tema militar sobre la mesa, junto con el tema social. Hay que crear, sobre el tema militar, un clima de opinión nacional e internacional que tenga influencia determinante en los sucesos que se avecinan. El que no se atreva, no va para el baile.

lunes, 4 de abril de 2011

Con sólo los partidos no se gana

La unión de los demócratas, única posibilidad de ponerle fin a la tiranía comunista, requería como paso previo la unidad de los partidos. Esto parece que se ha logrado. Es sin duda un paso de avance. Pero la unidad de los partidos que forman la MUD es insuficiente para lograr el objetivo. La unidad reducida sólo a ellos estaría condenada a la derrota. Veamos porqué.
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No hay partidos nacionales de oposición. El único partido nacional existente actualmente en Venezuela es el partido de gobierno. Se trata de una desventaja de los demócratas, la cual explica en parte la continuidad de la tiranía comunista. Fue distinto en la lucha contra la dictadura pérezjimenista, porque entonces AD, COPEI y URD eran partidos nacionales.
La MUD es una federación de partidos regionales. La UNT de Rosales es un partido zuliano. Gana únicamente en el Zulia. El PJ de Borges es un partido caraqueño. Gana únicamente en la Gran Caracas. El PV de los Salas es un partido carabobeño. Gana únicamente en Carabobo. En cuanto a los partidos tradicionales, vemos que AD se ha reducido a partido margariteño, puesto que sólo gana en Nueva Esparta, y COPEI ha vuelto a sus orígenes como partido andino, ya que gana únicamente en Táchira.
Al no haber partido nacional, no hay liderazgo nacional. Ello explica la proliferación de pre-candidatos. Hay muchos pre-candidatos, pero líder  nacional ninguno. A pesar de haber pasado doce años en la oposición, no ha surgido en la oposición un líder nacional de talla reconocido como tal, tanto por los suyos como por los aliados. Fue distinto antes porque Betancourt, Jóvito y Caldera eran tenidos como gigantes de la política, adorados por sus seguidores y respetados por sus aliados.
Esta federación de partidos regionales apenas atrae el 20% de los electores, según las encuestas. La suma de todos no alcanza al partido de gobierno, aún estando disminuido a no más del 30%. Hay un solo motivo: no tienen líderes de jerarquía nacional que hayan enganchado con la inmensa masa de independientes que formamos la mitad de los electores. Los independientes que votan, no lo hacen por fe en un partido o un candidato. Lo hacen contra El Tirano. Votan contra El Tirano por sentirse obligados por su conciencia. Y aún así el 35%- 40% de los electores se abstiene siempre.
Resulta evidente que, tanto el país como la misma oposición, están divididos en tres porciones. Las tres del país la forman: el gobierno, los partidos de oposición y la abstención. Las tres de la oposición, casi iguales, son: los partidos, los independientes que votan contra El Tirano pero no por los partidos, y los que, a pesar de estar contra la tiranía, se abstienen (¿la mitad de la abstención?). Entonces la clave está en unirlos.
¿Cómo unirlos? Sólo hay un modo: modificar la estrategia electoral. Todos sabemos perfectamente que el CNE es el instrumento de El Tirano para garantizarse la reelección indefinida. Y todos sabemos que con este fin el sistema electoral está bajo el control total de El Tirano: cedulación, registro, máquinas de votación, plan república con milicias de psuv, transmisión de datos, totalización.  Como esto lo sabemos todos, sabemos también que los políticos nos mienten asegurándonos victoria en las presidenciales que nunca se dan. No se dan ni se darán por el ventajismo y sobre todo el fraude. ¿Cómo vamos votar por quienes nos mienten así? Si así nos mienten en la oposición, cómo nos mentirán en el gobierno. Si nos ocultan lo que está a la vista, cómo podemos confiar en ellos?
El error de los partidos ha sido tratarnos a los independientes como si fuésemos idiotas, a quienes se les debe ocultar la verdad para que vayan engañados a votar. Todo está blindado, nos dicen. Por esta mentira, con fines internos, los partidos son culpables de que El Tirano pueda alardear, ante la comunidad internacional, haber ganado todas las elecciones limpiamente, ya que nadie las ha impugnado.  Para todo el mundo son intachables. La mentira ha beneficiado a la tiranía.
El que quiera ganarse el liderazgo nacional de la oposición, que sigue vacante, y tener la posibilidad real, no fantasiosa, de suceder a El Tirano en la presidencia, deberá atraer a los independientes que se resisten a votar, hablándoles claro, exigiendo las garantías mínimas para una elección justa y, sobre todo, asegurándoles que no perderán sus votos por estar dispuesto a jugársela desconociendo el resultado electoral si no se le han concedido las garantías mínimas exigidas.  El que suba la apuesta, gana.