lunes, 21 de octubre de 2013

Habilitarlo para terminar de implantar el comunismo



 LIBERACIÓN NACIONAL Y NO REELECCIÓN (46)
La implantación definitiva del comunismo, tercera etapa del proyecto cubano, requiere de una Habilitante para presentarla ante la comunidad internacional como credencial de legitimación del Estado Comunal (Estado Comunista) y de la próxima fusión con Cuba, que nos serán impuestos si no lo impedimos con una alianza cívico-militar.
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La implantación del comunismo en Venezuela, que facilitará su fusión con Cuba al tener el mismo sistema político-económico, es el proyecto de la monarquía comunista cubana, el cual han venido ejecutando los traidores a la patria desde cuando asumieron el poder en 1.999. Consta de tres etapas. Veamos cuáles.
La primera etapa, cumplida de 1.999 a 2005, tuvo por objeto la demolición de la democracia asaltando sus instituciones para la toma del poder político absoluto (tiranía) y, al mismo tiempo, la toma del poder económico apoderándose de PDVSA y estrangulando al empresariado independiente. La demolición de la democracia se efectuó en tres fases. La primera, aprovechar la ceguera del liderazgo democrático que les regaló la vía electoral. La segunda, dar el auto-golpe del 12 de Thermidor (que llamamos así para emparentarlo con el 18 de brumario de Napoleón). Ese día aciago de agosto de 1.999 los golpistas liquidaron el Estado Constitucional, declarando suspendida la Constitución del 61 y, en consecuencia, asumiendo el presidente el poder absoluto mediante la disolución progresiva de todos los poderes públicos, que fueron asaltados por sus secuaces.  Incluyó el control del CNE, para asegurarse la perpetuación en el poder mediante el fraude. Este auto-golpe fue posible por la colaboración de la CSJ, que autorizó la convocatoria inconstitucional de la Constituyente, y la claudicación del Congreso, que no enfrentó el cierre. Senadores y diputados se entregaron legitimando el auto-golpe.
Demolida la democracia, los traidores a la patria continuaron ejecutando el proyecto comunista que les ha encomendado Cuba. Procedieron, ya sin obstáculos institucionales, al asalto a PDVSA, conscientes de que el dueño del petróleo es dueño de Venezuela. Y a liquidar la producción agropecuaria, para dominar al pueblo por el estómago. Tropezaron, sin embargo, con una oposición de verdad que le hizo el pueblo, protagonista de la rebelión de 2002 (la mayor gesta de esta etapa histórica), la huelga petrolera de 2002-2003 (desafío de los profesionales universitarios que demostraron conciencia de clase y convicción patriótica), la participación masiva en el referendo revocatorio de 2004 (una verdadera rebelión popular traicionada por los políticos) y la abstención masiva en las elecciones de 2005 (otra verdadera rebelión popular traicionada por los políticos).
Desde 2006, le fue fácil a la tiranía comunista pasar a la segunda etapa del proyecto cubano, porque la supuesta oposición abandonó la calle convirtiéndose en una comparsa electoral. Así, pues, durante la ejecución del Primer Plan Socialista (2007-2013) la tiranía no consiguió obstáculos para echar las bases del comunismo. Próximo a entrar en la tercera etapa (implantación definitiva del comunismo) se le presentó a los cubanos un problema mayúsculo: murió el jefe de la traición. Confiados los Castro en que aquí no hay oposición de calle, sino comparsa electoral, escogieron para la presidencia al de su mayor confianza. El que debe agradecerles toda la vida haberlo llevado adonde nunca debió llegar. Dudosa nacionalidad, sin tiene profesión conocida ni estudios reconocidos, carente de liderazgo político y/o militar, no provoca ni frío ni calor. En fin, un don nadie que los Castro se sacaron del sombrero como los magos.
A pesar de su origen político-electoral bastardo y de su carencia de liderazgo militar y de masas, el heredero usurpador va camino a cumplir su primer año en el gobierno (8-12-13). Envalentonado porque no hay realmente una oposición que temer, ha decidido pasar a la implantación definitiva del comunismo, tercera etapa del proyecto elaborado por Cuba, para lo cual exige una Habilitante que le permita promulgar las leyes ya redactadas por los cubanos. Una temeridad en medio de una crisis pavorosa, explicable únicamente porque no le teme a la caricatura de oposición.
La implantación definitiva del comunismo y la fusión con Cuba sólo podrá impedirlo una alianza cívico-militar. Es ahora o nunca. Para mañana será tarde. 

lunes, 7 de octubre de 2013

La enseñanza del 45: sólo la rebelión pone fin al continuismo



Liberación Nacional y No-Reelección (44)



En el siglo XIX los cambios políticos se producían con guerras civiles. Desde la creación de la FAN en el siglo XX sólo se dan con rebeliones cívico-militares, lo que sigue vigente en el siglo XXI. No hay otra vía para lograrlo. Y como no la hay aprendamos de las habidas hasta ahora.
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El 18 de octubre se cumplirán 68 años de la rebelión cívico-militar de 1.945, resultante de la alianza secreta entre militares profesionales y un partido político de oposición (AD) para derrocar al general Isaías Medina Angarita, electo sin fraude, quien no era colombiano ni comunista, y mucho menos títere de un gobierno extranjero. Ni colombiano, ni comunista, ni títere. De haberlo sido, no habría podido llegar a la presidencia. No lo habrían permitido los militares, tampoco la oposición, ni siquiera los partidarios del gobierno. Entonces había dignidad, vergüenza y sobre todo hombría.
¿ Porqué entonces si Medina no había hecho fraude y no era colombiano, ni comunista, ni títere de un país extranjero, fue derrocado? Porque representaba el “continuismo” del régimen iniciado por Cipriano Castro y continuado por Gómez y López Contreras, que reservaba el gobierno a los militares andinos y sus camarillas o cortes civiles. Militar y andino eran requisitos para ser presidentes. Como decir ahora: ser comunista, impuesto por Cuba y militante del PSUV. No había posibilidad para nadie más. Así se eternizaban en el gobierno los que venían disfrutándolo desde 1899 (siempre el 99) y, al mismo tiempo, constituían el generalato los “chopo e’ piedra”, los más brutos y serviles, como si dijéramos los últimos de la promoción. Tanto en el liderazgo político como en la jefatura militar había un tapón que impedía su renovación.
Entonces el liderazgo militar emergente, formado por jóvenes oficiales (de mayores para abajo) que completaron sus estudios en el extranjero (p. ej. Delgado en Francia y Pérez en Perú), decidió asumir el mando para desplazar a los generalotes ignorantes y palurdos, además de corruptos (los retrató Gallegos en “Doña Bárbara” con la figura de Ño Pernalete). Pero sólo se puede asumir el mando militar si se toma el poder político, en virtud de la relación jerárquica en el sistema presidencial. Entonces tomaron la iniciativa de invitar a los dirigentes del partido de oposición.
En el 45 la rebelión la planearon los militares jóvenes (que ahora llaman “comacates”). No los civiles, que fueron contactados por los militares valiéndose de un intermediario de confianza. Los políticos entendieron perfectamente que, cuando no hay salida electoral (que no la había entonces por la elección indirecta o de segundo grado), sólo queda un camino: la rebelión, no simplemente militar porque sería un golpe para instaurar una tiranía, sino cívico-militar para hacer el cambio político a un nuevo régimen asentado en la renovación del liderazgo político y militar.  Y por este motivo aceptaron la invitación de los militares, lo que motivó la constitución de un gobierno provisional cívico-militar, que explicó de este modo sus objetivos: ”Este Gobierno provisional tendrá como misión inmediata la de convocar el país a elecciones generales,  para que con el sistema de sufragio directo, universal y secreto, puedan los venezolanos elegir a sus representantes, darse la Constitución que anhelan y escoger el futuro Presidente de la República.”
Esta primera rebelión de militares profesionales y políticos civiles trazó la pauta para las siguientes: gobierno cívico-militar que dura hasta la realización de elecciones limpias, pulcras y transparentes, mediante las cuales se elige una Constituyente o un Congreso-Constituyente que aprueba una nueva Constitución, la cual le da base jurídica a la nueva etapa histórica. Este propósito sincero de democratizar el país fue confirmado con la prohibición que se hicieron los miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno, por decreto-ley, de postularse para la presidencia en la elección siguiente y con la ratificación de la no-reelección de los presidentes.
Del 45 nos queda la enseñanza de que sólo mediante una rebelión cívico-militar se le puede poner fin al “continuismo”, ya que éste genera una camarilla pétrea que no admite su desplazamiento del poder por vía electoral. Los hechos lo demostraron. Con la rebelión el pasado quedó enterrado. Surgieron líderes y partidos que hicieron el cambio político, siendo ellos mismos el cambio, hasta que también agotaron su vigencia muchos años después. 
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Lectura recomendada de la semana: EL IMPERIO DE FIDEL, por el Gral. Carlos Peñaloza.