La Iglesia Católica es una institución religiosa. Pero también
política. Si no fuera política, no sería cristiana, porque el mensaje de Cristo
es de justicia social. Y para que haya justicia social se necesita poder
político. Por este motivo la Iglesia Católica tiene una misión política, que es
parte de la tarea que le asignó su fundador: el de cuidar de sus ovejas. Lo
repitió en varias ocasiones a sus apóstoles en el Evangelio: cuiden de mis
ovejas, o sea, velen por la suerte del pueblo, incluyendo la política.
Por cuidar de sus ovejas la Iglesia Católica tuvo claro, desde el
principio, que el comunismo es el mayor peligro desde el siglo pasado. De allí
el pronunciamiento de los Papas en varias encíclicas, en las cuales se le dio
forma al catecismo político de los cristianos que es la doctrina social de la
Iglesia. En ella se fundamentaron los partidos socialcristianos que cumplieron
el papel de contención del comunismo y de consolidación de la democracia en
Europa Occidental, sobre todo en los países donde imperó el nazifascismo. Era
el caso de Alemania e Italia, en los cuales el vacío político y la devastación
económico-social eran condiciones propicias para que adhiriesen al comunismo
que ya ocupaba Europa Oriental con el Ejército Rojo. Si ambos países se hubiesen
hecho comunistas, hubiesen caído todos los demás a continuación.
Fueron, pues, los socialcristianos (en Alemania con Adenauer y en
Italia con De Gasperi), bajo la orientación de la Iglesia, los que impidieron
que el comunismo se apoderara de Europa Oriental. No es, por casualidad, que
ellos mismos, inspirados por la Iglesia, echaran los cimientos de la Unión
Europea. Cumplida esta misión, y ya fuera de peligro la región, la Iglesia
entendió que la misión siguiente era derrotar el comunismo soviético que
oprimía a Europa Oriental. Entonces dejó de elegir papas italianos y escogió a
un eslavo, el apropiado para la tarea porque conocía la mentalidad e
idiosincrasia de su raza y las debilidades del sistema opresor porque había vivido
en su seno. Eligió, pues, a un polaco, Juan Pablo II. No fue por coincidencia
que su papado se corresponde con el derrumbe del imperio comunista soviético,
que comenzó en su nativa Polonia conjugando estratégicamente el patriotismo
polaco y la lucha social encabezada por el sindicato Solidaridad. Los hechos
demostraron que su elección fue un acierto político.
Desaparecido el comunismo en Europa, se muta y reaparece en América
Latina con el disfraz de Foro de Sao Paulo (Internacional Comunista de América
Latina), apoderándose rápidamente de varios países, lo que supone el mayor
peligro para la Iglesia por suceder en el baluarte del cristianismo. Benedicto
XVI no entendió el problema, ni estaba en capacidad de afrontarlo con éxito por
su mentalidad alemana y su formación académica alejada del mundanal ruido. Su
renuncia resultó oportuna. Entonces la Iglesia, dando una demostración más de
porqué ha durado ya dos milenios, elige a un papa latinoamericano. Sólo un
latinoamericano conoce la mentalidad y la idiosincrasia del pueblo mestizo de
la región. Además un latinoamericano que sabe que la clave está en ganarse a
los pobres. Y escoge a un argentino, no a un brasileño, porque Brasil es el
sub-imperialismo que pretende dominar a toda América Latina, de cuya vocación
imperial se valen los comunistas de Lula para expandir el Foro de Sao Paulo (precisamente
denominación brasileña de la Internacional Comunista de América Latina).
El Papa Francisco conoce nuestra realidad. No necesita que se la
contemos. En todo caso, él sabe con quién informarse. A qué obispos llamar.
Además tiene clara su misión. Y clara la oportunidad de su elección. Coincide
con la decadencia física de la gerontocracia cubana, que precede a su muerte
inminente; el vacío político dejado por el fallecido en Venezuela, que deja sin
sucesor político a los ancianos cubanos; y la decadencia moral de Lula en Brasil,
acosado por los escándalos de corrupción. Es un cuadro de crisis política y
moral semejante al que existía en el imperio soviético cuando fue electo Juan
Pablo II. Además sabe que el sistema montado por el Foro de Sao Paulo está
sumergido en una crisis económica interminable en Cuba, en riesgo de un estallido
social en Venezuela y aguda confrontación en Argentina, agravada por la personalidad insoportable de su paisana Cristina.
En estas condiciones la visita de El Ilegítimo al Papa, precedidas por
las de sus aliados de Argentina y Uruguay, semeja a las que hicieron los
jerarcas de los países integrantes del imperio soviético a Juan Pablo II antes
de su caída. Sólo faltaría para completar el cuadro que Lula, que aparenta
ser el Gorbachov, también fuera a El Vaticano.
REFLEXIONES 8
12-06-13
Interesante, ¿que opina de la admiración que profesa HCapriles por Lula?. Creo que para la misma oposición no está del todo claro la derrota y fracaso de los regímenes de izquierda. Saludos
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