Es conocido el pasaje de los Evangelios en el cual
Cristo le encarga a Pedro la que será tarea de todos los Papas como pastores de
los cristianos: “apacienta a mis ovejas.” Haciendo uso de este lenguaje el Papa
Francisco, apenas electo, encomendó a obispos y sacerdotes “ser
pastores con olor a oveja”,
lo
que significa servir "a los pobres, a los cautivos y a los oprimidos y
llegar a las periferias, donde el pueblo fiel está más expuesto a la invasión
de los de los que quieren saquear su fe”.
Los Obispos venezolanos han cumplido con esta misión. Se
han identificado con el pueblo cristiano, cuya situación lamentable han venido
denunciando reiteradamente. Recientemente la Asamblea Plenaria del Episcopado
Venezolano se ha pronunciado con estas palabras: “La actual realidad venezolana
es extremadamente crítica. Una gran oscuridad cubre nuestro país. Estamos
viviendo situaciones dramáticas. Nunca antes habíamos visto tantos hermanos
nuestros hurgar en la basura en búsqueda de comida, el deterioro extremo de la
salud pública, la alta desnutrición en los niños, el altísimo índice de
inflación con la consecuente pérdida del poder adquisitivo, la corrupción
generalizada e impune propiciada particularmente por el control de cambio, el
odio y la violencia política, los elevados índices de delincuencia e
inseguridad, el pésimo funcionamiento de los servicios públicos, dubujan un
oscuro panorama que se agrava cada día que pasa… Esta cultura de muerte en la
que estamos sumidos configura un estado acciones y decisiones moralmente
inaceptables que descalifica éticamente a quien lo provoca, mantiene o
justifica.”
Luego hace el diagnóstico: “La causa fundamental, como
lo hemos afirmado en otras ocasiones, es el empeño del Gobierno de imponer el
sistema totalitario recogido en el Plan de la Patria (llamado Socialismo del
Siglo XXI), a pesar de que el sistema socialista marxista ha fracasado en todos
los países en que se ha instaurado, dejando una estela de dolor y pobreza”.
Entonces la enfermedad mortal que padece Venezuela se llama COMUNISMO SALVAJE,
respecto al cual Monseñor Padrón, presidente de la CEV, dice: “En la historia
del país ningún gobierno había hecho sufrir tanto al pueblo.”
Esta condena del COMUNISMO SALVAJE que se nos ha
impuesto a los venezolanos se inscribe dentro de la Doctrina Social de la
Iglesia, constituyendo el capítulo especial para Venezuela. Entonces no tiene
justificación alguna la intervención del Vaticano que la contradice propiciando
un diálogo imposible e inaceptable entre comunismo y democracia, entre opresor
y oprimido, entre victimario y víctima, entre explotador y explotado. Imposible
porque entre ambas partes hay una contradicción irresoluble que impide su
coexistencia. Inaceptable por ser inmoral conforme a la doctrina de Cristo y de
los doctores de la Iglesia que consagran a la rebelión como un derecho natural contra
la tiranía fundado en la dignidad del ser humano.
Evidentemente el Papa Francisco no huele a oveja, por
lo menos a oveja venezolana, porque ha favorecido a la tiranía comunista, para
mayor desgracia títere de Cuba, en lugar de respaldar firme y decisivamente a
los Obispos venezolanos, que sí huelen a oveja y actúan conforme a la Doctrina
Social de la Iglesia. El Papa debió ajustar la actitud del Vaticano a los
pronunciamientos de la Conferencia Episcopal, y no hacer lo contrario de lo que
predica. Manda a oler a oveja y luego se aparta de ellos. Entonces los laicos
tenemos derecho a preguntar: ¿a qué huele el Papa?
DEMOCRACIA CRISTIANA 2 13-02-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario