Democracia con hambre no dura.
Fue la explicación acertada que se dio a la simpatía que despertó en el pueblo
la rebelión militar del 4F-92. Efectivamente, por el malestar general y no
tanto por el hambre incipiente, causado por el ajuste económico y la crisis
financiera, la democracia duró sólo 7 años desde aquel día.
¿Porqué ahora, cuando hambruna y
desamparo en salud se han unido en una pavorosa crisis humanitaria, no se ha
producido una rebelión civil, militar o cívico-militar, que cualquiera de ellas
contaría con amplísimo apoyo popular? Sólo hay una explicación: el
colaboracionismo de la MUD que no es oposición pero ocupa su espacio. Su papel
ha sido impedir la rebelión, sea civil, militar o cívico-militar, encauzando el
descontento hacia la imposible salida electoral. Lo dijo uno de sus jerarcas:
“Maduro debería agradecernos que le hayamos evitado el estallido social”. Lo
han hecho otra vez desviando las protestas de cuatro meses hacia la nada, que
son las elecciones regionales. Es la nada porque nada tiene que ver con la
crisis humanitaria. Nada tiene que ver con la hambruna. Nada tiene que ver con
la muerte por mengua debida a la falta de atención médica y de medicamentos.
Nada tiene que ver con el desempleo. Nada tiene que ver con la inseguridad extrema
que es un azote. Nada tiene que ver con el futuro de los jóvenes. Nada tiene
que ver con la hiperinflación. Nada tiene que ver con el pan nuestro de cada
día.
Lo he dicho repetidas veces:
están dadas todas las condiciones objetivas, según los manuales de estrategia
política y la enseñanza de la historia universal y nacional, para la rebelión
popular en cualquiera de sus modalidades: militar con apoyo civil (18 de
octubre de 1945), estrictamente militar con simpatía civil (4 de febrero de
1962) y cívico-militar (23 de enero de 1958). Pero la ha impedido la MUD,
creada con este fin. Recordemos que la MUD fue creada después de la rebelión
cívico-militar de 2002 (11-13 de abril) y luego que el pueblo siguió en estado
de rebelión efectuando el mayor acto de desobediencia civil de nuestra historia
contemporánea (abstención masiva y militante en las elecciones parlamentarias
de 2005). Precisamente la MUD apareció para impedir que el estado de rebelión
continuara. A tal fin inventaron la candidatura de Rosales en 2006, asegurando
su victoria, para crear la ilusión falsa de una salida electoral.
Convencida la gente, después de
11 años de engaños, que no hay salida electoral a esta situación de crisis
humanitaria, tomó la calle espontáneamente. Entonces la MUD, que había
rechazado la calle durante años alegando que podía haber sangre, se apropió del
movimiento de masas como si ella lo hubiera convocado desde el inicio. Hizo
como el surfista experto: tomó su tabla y fue surfeando el oleaje del
descontento popular luciéndose con sus maniobras. Pero no era para conducirlo a
la victoria, sino para desnaturalizarlo. Transcurridos cuatro meses de
protestas, llegó el momento de las definiciones. Y en ese momento preciso se
quitó la máscara rebelde y quedó desnudo otra vez su colaboracionismo con su
anuncio de participación en las elecciones de gobernadores. Con este anuncio
enfrió la calle, estabilizando por ahora a la narcotiranía. Quedó en evidencia
que la MUD se infiltró en las protestas para impedir la rebelión. Pero al hacerlo
perdió su encanto para el engaño.
Estamos actualmente en esa etapa
de decepción que los viejos estrategas políticos llaman “reflujo”, semejante a
la bajamar que produce la luna. Pero así como la marea cambia en cuestión de
días, también sucede en la política cuando están dadas condiciones como colapso
de la economía, crisis humanitaria y malestar general. No se desesperen,
estimados lectores. La marea subirá otra
vez. Preparémonos para aprovecharla sin surfistas.
TRANSICIÓN 6 08-09-17
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