Con la renuncia a todas las demás
formas de lucha distintas a la electoral, en la cual la derrota es segura por
el ventajismo y el fraude, los colaboracionistas habían inducido en el pueblo
el síndrome de indefensión, contra el cual los jóvenes con su rebeldía han
comenzado a aplicar el revulsivo, cuyos efectos veremos pronto.
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En las películas sobre el holocausto
hemos visto cómo los judíos aceptaron pasivamente su suerte, yendo en largas
filas hacia los trenes de la muerte que los llevaban a los campos de
exterminio. Fueron seis millones de judíos resignados y sumisos, sin un gesto
de rebeldía.
¿Porqué no se rebelaron? Porque,
según los que han estudiado el caso, padecían el síndrome de indefensión
aprendida o inducida. ¿En qué consiste este síndrome? Es una condición
psicológica en la que el sujeto aprende a creer que está indefenso ante quien
lo domina y castiga y que cualquier cosa que haga será inútil. Víctima de un
proceso sistemático de violencia, permanece pasivo incluso cuando dispone de
una posibilidad real de cambiar la situación. No se rebela, sino se adapta y
acepta su suerte. Piensa que nada puede hacer frente a su poderoso agresor y,
por lo tanto, no lo intenta siquiera. La pasividad es su respuesta a todo
estímulo.
¿Cómo todo un pueblo adquiere
este síndrome? Lo inducen las tiranías, con la violencia física y verbal contra
los opositores. No tendrían éxito, sin embargo, sin la ayuda de los
“colaboracionistas”. Los nazis los
consiguieron en miembros prominentes de la comunidad judía con los que
constituyeron los “judenrät” o consejos de los ghettos, que les sirvieron para
asegurarse la pasividad de los judíos. Los historiadores del holocausto
coinciden en resaltar la habilidad de los nazis al encomendar a judíos la tarea
de conducir a su pueblo al exterminio, sin cuya colaboración habría resultado
muy difícil, tal vez imposible, ejecutar la “solución final”, denominación
oficial de aquel genocidio.
En Venezuela tenemos el
equivalente del “judenrat”. Se llama MUD. Ha colaborado eficazmente para que el
pueblo venezolano sufra del síndrome de indefensión aprendida. Sus miembros han
sido reclutados entre quienes tienen estas señas de identidad: Condenan la rebelión cívico-militar de 2002
que derrocó al difunto, la cual consideran un error que no debe repetirse.
Condenan la abstención masiva de 2005, rebelión contra el sistema electoral
fraudulento, diciendo que fue otro gravísimo error. Sostienen que hay que votar
siempre, no importa el ventajismo y el fraude. Nada de poner condiciones porque
espanta a los electores. Nada de hablar de fraude. Está prohibido. Siembran el
miedo para que la gente no salga a protestar a la calle. Nos pueden matar,
dicen. Consideran una grosería exigir el acta de defunción del difunto para
saber cuándo, donde y de qué murió. Se oponen a exigir la partida de nacimiento
del ilegítimo por irrelevante. No hablan contra Cuba ni plantean la liberación
nacional. No aceptan que a ese señor se le llame ilegítimo y títere. Ni que
estamos bajo una tiranía, sólo un déficit de democracia. Ni que ellos son
comunistas, apenas autoritarios. Y, sobre todo, Dios nos libre de insinuar
siquiera la intervención de los militares demócratas que aún queden para
quitarnos de encima a los comunistas que están mandando. Ni pensarlo. Nada de
atajos, derechitos como muchachitos buenos. Y si te dan palo, no reacciones con
violencia, pide diálogo. Clama por diálogo con el verdugo.
Todo le había salido muy bien al
“judenrät” colaboracionista de aquí, hasta que el pasado 12 de febrero tres
disidentes gritaron: “calle, calle y más calle” y enseguida la juventud la
tomó, irrumpiendo así en la escena política la resistencia activa contra Cuba y
sus títeres. No se convirtió de inmediato en rebelión popular a causa del
síndrome de indefensión inducida que padece la mayoría.
Con su rebeldía los jóvenes
iniciaron la campaña de aplicación masiva del revulsivo. Sus efectos se verán
muy pronto. Es lo que enseña la historia.
Para hablar "en favor" de los colaboracionistas judíos:
ResponderEliminarEs cierto que había colaboracionistas en el holocausto. Hannah Arendt da cuenta (y fue testigo) de ello. Pero (y eso se ven también en las películas nazis) ante la más nimia actitud o frase de un judío, los nazis lo asesinaban en ese instante. Eso fue un horror total acompañando a la solución total. Aquí y ahora sí está funcionando lo que menciona al final del artículo.