Liberación Nacional y No-Reelección (36)
Los incidentes de la familia del difunto y de su sucesor
ilegítimo con damas comprometidas con el régimen, pero excluidas de la
aristocracia roja, muestran que las contradicciones afloran subiendo a la
superficie, confirmando que están dadas las condiciones objetivas y subjetivas
para el cambio. Falta menear la mata haciendo oposición de calle, dirigiéndola
contra la “oligarquía roja”.
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Hay contradicciones entre el régimen y la sociedad. Hay
también contradicciones dentro del régimen. Ambas están vinculadas. Profundizar
estas contradicciones debe ser la tarea inmediata de una oposición verdadera,
la que ya tiene claro que el desenlace se dará en la calle.
Existe una contradicción insalvable entre la oligarquía
gobernante o “aristocracia roja” y la inmensa mayoría de los venezolanos. La
“aristocracia roja” es el estamento minúsculo convertido en oligarquía. Son los
mismos tipos gobernando durante catorce años. No hay caras nuevas. Siempre
ellos, nada más ellos, sólo ellos. Forman la casta de los “nuevos ricos”, los
asaltantes del poder, los que se han chupado los petrodólares, los que han
saqueado a Venezuela robándole la renta petrolera a los pobres. Esta
“aristocracia roja” nada en la abundancia. Su riqueza es obscena. Su
ostentación, insoportable. Enfilar la lucha de clases contra la “aristocracia
roja”, trasladando en contra suya el odio de los explotados y el resentimiento
de los excluidos, que ya comienza a manifestarse espontáneamente, es
fundamental para motivar la oposición de calle. Al hacerlo así se hará evidente también la
contradicción entre esta “aristocracia roja” y los chavistas pobres, a quienes
hay que abrirles los ojos para que vean cómo han sido engañados y robados.
Ellos, aunque lerdos, también piensan. Y ya surgen manifestaciones de que
comienzan a pensar. Debemos montarnos en el discurso del difunto, que lo llevó
al poder y lo mantuvo allí, para usar contra la “aristocracia roja” el odio y
el resentimiento sembrado por él en su prédica constante.
Con este fin hay que trasladar la lucha de lo electoral a lo
social. Son muchos los motivos de protesta, pero todos tienen el denominador
común: los únicos que viven bien son los miembros de la “aristocracia roja”.
Los demás, sobre todo los pobres, somos sus víctimas. Los pobres viven en la
escasez, mientras ellos viven en la abundancia. A los pobres no les alcanza el
dinero para sobrevivir porque la inflación los arruina, mientras a la
“aristocracia roja” le sobra dinero para comprar de todo y lo más fino. Los
pobres hacen cola de madrugada en el mercado, para comprar una bolsita de lo
que se consiga, mientras a ellos les llenan la despensa de regalo. A los
trabajadores les dan un salario de hambre (US$76 al mes), mientras ellos
perciben un sueldo astronómico y aún así roban porque son insaciables. Idéntica
pensión (US$ 76) le dan a los viejos que los condena a la muerte de mengua si
no tienen un hijo que los socorra. A los jóvenes les han secuestrado el futuro
y por eso emigran. A las universidades les niegan los recursos que ellos se
roban. Los hospitales están en el suelo mientras ellos se hacen ver en las
mejores clínicas del extranjero. De nada vale estudiar y trabajar porque ellos
ni estudian ni trabajan y están podridos de reales. Comprar un carro es
imposible para el común de la gente pero ellos poseen tremendas naves, además
con chofer. Al pobre le sale autobús destartalado en el cual lo asaltan.
Recurre al metro y cuando llega viene hasta el tope y con retardo. A todos nos
asaltan y a ellos no porque están protegidos y custodiados. No hay dólares para
nadie más que ellos, que los compran por millones para tenerlos en paraísos
fiscales. Todo negocio pasa por sus manos y si no los hacen suyo, piden su
cuánto hay pa´eso. En un país que no tiene prevista una guerra, ni siquiera la
justificada para recuperar el Esequibo, compran toda clase de armamentos, pero
sólo para robar. Nunca usarán esas armas, pero sí los billetes que se
embolsillan. En fin, se chupan toda la renta petrolera y sólo chorrean una
miseria para los pobres, haciéndoles ver que es un favor. El favor que hace el
ladrón si te devuelve la cartera vieja después que te ha dejado hasta sin
cédula.
He aquí la clave para la motivación de la oposición de
calle: transferir contra la “aristocracia roja” el odio y el resentimiento de
los pobres, y hacer que todos los excluidos, sobre todo los universitarios y
los jóvenes, los hagan suyos.
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@petitdacosta
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