Liberación Nacional y No-Reelección (34)
La rebeldía de las nuevas
generaciones se va extendiendo por el mundo entero. ¿Porqué no ha llegado aquí
la onda expansiva del cambio? Tratemos de explicarlo.
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En el último por ahora de sus
brillantes artículos, Axel Capriles, psicólogo de muy merecida fama, haciendo
referencia a los recientes sucesos en Egipto, Turquía, Bulgaria y Brasil, dice:
“lo peculiar del año 2013 es que las furias han aparecido simultáneamente en
las poblaciones de cuatro continentes, en manifestaciones diversas, por
distintas razones y en todas partes. Llama la atención, entonces, el caso de
Venezuela, país con condiciones objetivas que supondrían un natural y poderoso
despertar de la protesta pero que ha caído en la apatía. A contracorriente del
viento de los tiempos, Venezuela ha producido un extraño liderazgo de oposición
que está más interesado en mantener la paz y la tranquilidad que el propio
gobierno…Los líderes de nuestra oposición le han levantado un altar a la no
violencia” (El Universal, 04-07-13).
Me he esforzado por conseguirle
una explicación a esta situación anómala de una oposición empeñada en
sacrificar a un pueblo persistiendo en una estrategia equivocada, que jamás la
llevará al poder; por el contrario, consolida y perpetúa la tiranía comunista,
sin que nada la perturbe. Una oposición distinta a las que le antecedieron en
otras épocas de nuestra historia y diametralmente diferente, por su pasividad y
entreguismo, a las que existen actualmente en el mundo entero, como lo estamos
viendo. La única explicación que he conseguido es lo que Toffler denomina la
“disfuncionalidad sistémica” de las instituciones del siglo XX en el XXI.
¿En qué consiste la
“disfuncionalidad sistémica” en la Venezuela actual? Consiste, por una parte,
en que tenemos un gobierno que se sostiene en una ideología atrasada, que tuvo
vigencia en la primera mitad del siglo XX. El comunismo fue la moda de la
juventud desde su instauración en Rusia en 1.917. Estaba entonces el mundo en
la etapa de la sociedad industrial, en la cual los obreros o proletarios eran
mayoría, explotados por el “capitalismo salvaje”. Para atraerlos, los
comunistas ofrecían invertir la relación socio-económica instaurando la
“dictadura del proletariado”.
En la segunda mitad del siglo XX
el comunismo perdió su encanto, no sólo porque quedó demostrado que se trataba
de una dictadura del partido único, no de los trabajadores, sino por quedar
desfasado debido a que el capitalismo evolucionó a sociedad post-industrial. A
causa de la revolución tecnológica el comunismo es una pieza de museo, un
dinosaurio ideológico, que carece de atractivo para una clase media emergente,
de profesionales y técnicos, que han ido desplazando a los obreros. Todos los
trabajos exigen formación y capacitación tecnológica. Los comunistas que han
entendido este cambio, se han adaptado. Son comunistas de nombre en un país de
economía capitalista. Es el caso de China. En cambio, Cuba es un “parque
jurásico.” Y, para mayor desgracia, tiene su sucursal en Venezuela, próxima a
ser lo peor: la sucursal de un “parque jurásico.”
Tenemos, pues, en Venezuela un
gobierno anacrónico, totalmente desfasado, nacido de huevos que había dejado
oculto un dinosaurio comunista, el estalinismo, ya desaparecido. ¿Cómo es
posible que esta antigualla subsista? Subsiste porque convive con otro
anacronismo: los partidos de oposición. Son partidos del siglo XX que no han
entendido el siglo XXI. La vigencia del modelo de partidos del siglo XX termina
con el siglo en que se fundaron y actuaron. La crisis terminal de AD y COPEI
tiene allí su causa. Son partidos que se manejan con el mismo criterio de su
época de esplendor que ya pasó. Los que se han fundado después han seguido el
modelo. Es el mismo estilo de hacer política. Desde luego, le temen a la
oposición de calle porque la burocracia del partido puede perder, y
efectivamente, perderá el control de la política, desplazada por una nueva
clase política que emergerá de la creciente capa social de profesionales y
técnicos, base y fundamento de lo que se han llamado “indignados”.
El temor a la emergencia de esta
nueva clase política, de profesionales y técnicos, une a gobierno y oposición,
por lo cual ambos coinciden en cerrarse ante los movimientos de calle. Esta
“disfuncionalidad sistémica” deberá producir un estallido socio-político muy
pronto, que dejará aparcado en el camino a los que han puesto cercas para
impedir que el siglo XXI entre en Venezuela.
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jpetitdacosta@hotmail.com
@petitdacosta
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