martes, 10 de abril de 2012

La República de los Trabajadores


Compatriotas: Reconozcamos que, durante los doscientos años de nuestra historia republicana, el poder ha sido detentado por una sucesión de oligarquías. Nunca por el pueblo. Hemos tenido una República Oligárquica. Ya es tiempo de ponerle fin y, en los umbrales de la sociedad del conocimiento, fundar la República de los Trabajadores.

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Todo comenzó con los “mantuanos”. Fue la oligarquía colonial. Por serlo se transformó de monárquica a republicana. Quería todo el poder para sí en una república oligárquica. No pudo lograrlo, tal como se lo proponía, por culpa de la guerra que la debilitó, por lo cual debió pactar con los “pata-en-el-suelo” que se hicieron generales. Con ellos conformó la Primera República Oligárquica, que dio inicio a lo que se convirtió en tradición: el ascenso social a oligarca por vía militar. Para ser oligarca la vía expedita ha sido siempre hacerse militar. Haciéndose militar el pobre conquista poder político y, teniéndolo, saquea impunemente a la Nación y a los nacionales. No es de ahora eso de expropiar es robar. Es, en razón del poder político, sobre todo cuando se tienen las armas, que robar es expropiar. En este caso el robo no es robo. Se lo llama expropiación. Los asaltantes del poder no roban. Expropian hasta el Tesoro Nacional al cual saquean.

Los que quedaron fuera del reparto de la Primera República Oligárquica se vistieron de militar e hicieron la Guerra Federal. Al ganarla constituyeron la Segunda República Oligárquica. Si antes el poder estaba reservado a los generales de la independencia, ahora pertenecía en exclusividad a los generales de la federación. ¿Y quiénes eran los generales federales? Unos civiles que se pusieron el uniforme militar para saquear a la Nación valiéndose de las fuerzas de las armas. El ascenso político-social por vía militar, tan característicamente venezolano, lo retrató Alejandro Urbaneja Achelpohl en una novelita suya de hace más de un siglo. La tituló “En este país”. Su personaje central es un peón de hacienda que se enamora de la hija del dueño, siendo correspondido por ella. Descubierto el romance el padre de la muchacha, un oligarca desde luego, reacciona contrariado vista la desigualdad social entre los enamorados. Entonces se combina con el jefe civil para que reclute al muchacho y lo mande a servir fuera. El mensaje del novelista está en el episodio de la muchacha gritándole a su amado: “Pablo, hazte general.” Con estas palabras está dicho todo. El uniforme te da poder, con poder puedes saquear, a la Nación primero, saqueando te haces rico y al hacerte rico como saqueador ingresas a la oligarquía. Y así fue. Pablo ascendió a oligarca por vía militar.

Los andinos quedaron al margen. Entonces decidieron alzarse con el lema: “nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos procedimientos.” Ganaron la guerra y fundaron la Tercera República Oligárquica. Eran nuevos hombres, sin duda, campesinos montañeses, pero su ideal era el mismo: hacerse oligarca, y su procedimiento idéntico: saquear el Tesoro Nacional y todo lo que se le pusiera por delante. Llegaron al colmo de imponer una regla no escrita: para ser presidente sólo se exigían dos requisitos, ser general y ser andino. Derrocado el último general andino, advino la Cuarta República Oligárquica. Es la etapa de la oligarquía partidista. Los partidos, que habían comenzado muy bien, degeneraron en oligarquía. Fue su error. Pero aún así hubieran podido mantenerse en el poder. Los hundió algo que no advirtieron: la oligarquía civil de los políticos rompía la tradición del ascenso político-social por vía militar. A la oligarquía no se llegaba por la carrera militar saqueando como antes. A la hora del retiro sólo se contaba con una pensión. Esta perspectiva disgustó a jóvenes que se habían metido a militares con la esperanza de hacerse ricos. Para enderezar el rumbo y volver a las andadas, dieron el golpe fallido del 92 repetido en el 99, esta vez mediante una constituyente, con la cual fundaron la Quinta República Oligárquica. Igual que en las tres primeras repúblicas, se trata de una oligarquía militar con sirvientes civiles, perpetuada en el poder con la reelección indefinida. Esta nueva oligarquía, llamada boliburguesía, ha encontrado en el comunismo la justificación ideológica del mayor y más descarado saqueo de nuestra historia.

En Venezuela nunca ha mandado el pueblo trabajador. Ha llegado el momento, por el advenimiento de la sociedad del conocimiento, de poner fin al ciclo de repúblicas oligárquicas y fundar la República de los Trabajadores.

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