Compatriotas: Cuando asumió la presidencia El Tirano enfermó
del cerebro. Contrajo la enfermedad del poder, que se fue agravando con los
años. Transcurridos doce le apareció el cáncer, que desatendió a consecuencia
de aquélla. Era lógico: los enfermos mentales no se ocupan de sus enfermedades
corporales. Es así como la enfermedad del poder lo está matando. Si alguien lo
quisiera, le demostraría su amor
apartándolo del poder.
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La enfermedad del poder es una enfermedad mental que afecta
a todos los que llegan a un alto cargo, sobre todo la presidencia de la República. La única
vacuna contra ella es la no-reelección absoluta. No existe otra. Pero esta
vacuna no previene la enfermedad, sino atenúa sus efectos. La reelección
inmediata la agrava. Y la reelección indefinida la exacerba a tal extremo que
sólo con camisa de fuerza se le puede someter. Es el caso de los tiranos contra
los cuales únicamente caben medidas heroicas, a menos que la muerte le ponga
fin a este padecimiento.
Los estudiosos describen los siete síntomas relevantes de la
enfermedad del poder. El primer síntoma es la paranoia de la conspiración en
contra suya. No come en cualquier parte, ni viaja en cualquier carro, ni se
sienta en cualquier asiento. Este síntoma se observa en El Tirano. Lo rodean
anillos de guardaespaldas cubanos, se hospitaliza en Cuba, se hace operar por
médicos cubanos. Piensa: los cubanos me necesitan. Por ello no pueden querer
matarme. No así los venezolanos.
El segundo síntoma es el oído selectivo. El enfermo sólo oye
a los adulantes. En la fase aguda de la enfermedad, ni siquiera a éstos. Se oye
a sí mismo. Es el caso de El Tirano: reúne a los ministros para que, en cadena
de radio-tv, lo oigan durante horas interminables.
El tercer síntoma es la pérdida de coordinación entre
cerebro y boca. El enfermo empieza a decir cosas que no piensa y no entiende
que muchas veces está diciendo estupideces. Así lo dice un psicólogo: “con
cierta frecuencia los pacientes manifiestan inacabables diarreas de palabras
que acompañan con un marcado estreñimiento de ideas.” Este síntoma es el más
prominente en El Tirano.
El cuarto síntoma es la sensación de levitar. El enfermo se
siente que está por encima de los demás, a quienes advierte pequeños porque los
mira desde arriba. Así El Tirano gusta de despreciar a sus críticos diciendo:
águila no caza moscas. Con estas palabras confirma su enfermedad.
El quinto síntoma es creerse indispensable e insustituible.
Es lo que cree El Tirano. Por este motivo hizo aprobar la reelección
indefinida, sin darse cuenta que con ella agravaría su enfermedad hasta hacerla
incurable. No tiene sucesores. No forma equipo. El es el único.
El sexto síntoma es la relación servil. El enfermo no es amigo
de nadie. Se hace rodear únicamente de siervos dóciles. Con ellos enroca
ministerios y empresas públicas. Son los mismos de siempre que cambian de
cargos, porque son sus criados, que lo obedecen sin chistar.
El séptimo síntoma es el efecto luminoso. No puede vivir sin
un reflector de televisión. Así El Tirano se la pasa en cadena. Eso forma parte
de su vida. Un día sin estar en tv se le convierte en un día sin vida. Para
satisfacer su megalomanía colecciona televisoras que todas horas transmiten y retransmiten
su imagen y sus palabras.
El Tirano es un enfermo de poder. Eso está a la vista. Pero
no cualquier enfermo. Es un enfermo en fase aguda. Un enfermo que manda en este
manicomio que llaman Venezuela, donde todos estamos enfermos del cerebro precisamente
porque el más enfermo de todos lo dirige. Un manicomio que necesita un loquero
que ponga orden y restituya la normalidad. Un loquero que comience por vacunar
a todos los políticos contra la enfermedad del poder estableciendo la
no-reelección absoluta para presidente y gobernadores.
Pero este loquero debe antes tener compasión del enfermo
mayor, apartándolo del poder para que pueda atender adecuadamente el
tratamiento indicado contra el cáncer que padece. Los que lo aman deben
demostrarle el amor que le tienen, haciendo esta obra de caridad. Conduélanse
de este hombre que, por sufrir de la enfermedad del poder, ha terminado por ser
víctima del poder de una terrible enfermedad que lo está matando.
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