lunes, 5 de marzo de 2012

La enfermedad del poder y el poder de la enfermedad



Compatriotas: Cuando asumió la presidencia El Tirano enfermó del cerebro. Contrajo la enfermedad del poder, que se fue agravando con los años. Transcurridos doce le apareció el cáncer, que desatendió a consecuencia de aquélla. Era lógico: los enfermos mentales no se ocupan de sus enfermedades corporales. Es así como la enfermedad del poder lo está matando. Si alguien lo quisiera, le demostraría su amor  apartándolo del poder.

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La enfermedad del poder es una enfermedad mental que afecta a todos los que llegan a un alto cargo, sobre todo la presidencia de la República. La única vacuna contra ella es la no-reelección absoluta. No existe otra. Pero esta vacuna no previene la enfermedad, sino atenúa sus efectos. La reelección inmediata la agrava. Y la reelección indefinida la exacerba a tal extremo que sólo con camisa de fuerza se le puede someter. Es el caso de los tiranos contra los cuales únicamente caben medidas heroicas, a menos que la muerte le ponga fin a este padecimiento.

Los estudiosos describen los siete síntomas relevantes de la enfermedad del poder. El primer síntoma es la paranoia de la conspiración en contra suya. No come en cualquier parte, ni viaja en cualquier carro, ni se sienta en cualquier asiento. Este síntoma se observa en El Tirano. Lo rodean anillos de guardaespaldas cubanos, se hospitaliza en Cuba, se hace operar por médicos cubanos. Piensa: los cubanos me necesitan. Por ello no pueden querer matarme. No así los venezolanos.

El segundo síntoma es el oído selectivo. El enfermo sólo oye a los adulantes. En la fase aguda de la enfermedad, ni siquiera a éstos. Se oye a sí mismo. Es el caso de El Tirano: reúne a los ministros para que, en cadena de radio-tv, lo oigan durante horas interminables.

El tercer síntoma es la pérdida de coordinación entre cerebro y boca. El enfermo empieza a decir cosas que no piensa y no entiende que muchas veces está diciendo estupideces. Así lo dice un psicólogo: “con cierta frecuencia los pacientes manifiestan inacabables diarreas de palabras que acompañan con un marcado estreñimiento de ideas.” Este síntoma es el más prominente en El Tirano.

El cuarto síntoma es la sensación de levitar. El enfermo se siente que está por encima de los demás, a quienes advierte pequeños porque los mira desde arriba. Así El Tirano gusta de despreciar a sus críticos diciendo: águila no caza moscas. Con estas palabras confirma su enfermedad.

El quinto síntoma es creerse indispensable e insustituible. Es lo que cree El Tirano. Por este motivo hizo aprobar la reelección indefinida, sin darse cuenta que con ella agravaría su enfermedad hasta hacerla incurable. No tiene sucesores. No forma equipo. El es el único.

El sexto síntoma es la relación servil. El enfermo no es amigo de nadie. Se hace rodear únicamente de siervos dóciles. Con ellos enroca ministerios y empresas públicas. Son los mismos de siempre que cambian de cargos, porque son sus criados, que lo obedecen sin chistar.

El séptimo síntoma es el efecto luminoso. No puede vivir sin un reflector de televisión. Así El Tirano se la pasa en cadena. Eso forma parte de su vida. Un día sin estar en tv se le convierte en un día sin vida. Para satisfacer su megalomanía colecciona televisoras que todas horas transmiten y retransmiten su imagen y sus palabras.

El Tirano es un enfermo de poder. Eso está a la vista. Pero no cualquier enfermo. Es un enfermo en fase aguda. Un enfermo que manda en este manicomio que llaman Venezuela, donde todos estamos enfermos del cerebro precisamente porque el más enfermo de todos lo dirige. Un manicomio que necesita un loquero que ponga orden y restituya la normalidad. Un loquero que comience por vacunar a todos los políticos contra la enfermedad del poder estableciendo la no-reelección absoluta para presidente y gobernadores.

Pero este loquero debe antes tener compasión del enfermo mayor, apartándolo del poder para que pueda atender adecuadamente el tratamiento indicado contra el cáncer que padece. Los que lo aman deben demostrarle el amor que le tienen, haciendo esta obra de caridad. Conduélanse de este hombre que, por sufrir de la enfermedad del poder, ha terminado por ser víctima del poder de una terrible enfermedad que lo está matando.

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