Compatriotas: ante el mundo estamos dando la impresión de un
pueblo sin honor ni dignidad, porque permitimos que El Tirano nos humille y
deshonre entregando la patria a Cuba, trasladando la capital a La Habana y poniéndose en
manos de la monarquía comunista cubana, única poseedora del secreto de su
enfermedad.
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El enfermo está enfermo sin duda, pero ni se cura ni se
muere. Mientras tanto, limpia el piso con el honor nacional. No lo hace
siquiera con las manos. Lo hace con los pies. El honor nacional es un estropajo
con el cual se luce sacándole lustre de metrópoli a la monarquía comunista
cubana. Goza exhibiéndonos como un pueblo cobarde, más cobarde que ningún otro,
porque ningún otro pueblo en el mundo permite lo que él nos está haciendo. No
somos un bravo pueblo. Somos un pobre pueblo cobarde con los pantalones abajo
ante los cubanos. Así, con los pantalones abajo estamos sin que nadie diga
nada. Sin que nadie haga nada. Sin que nadie mueva un dedo para reivindicar el
honor nacional. ¿Y la deshonra del país cómo queda? Queda impune por la
cobardía colectiva.
El Tirano, antes de la enfermedad, ya estaba confeso en el
delito de traición a la patria. Lo confesó ante el país entero, por medio de la
televisión, al decir: “Venezuela tiene dos presidentes, el cubano y yo. Porque
Cuba y Venezuela tienen un solo
gobierno. SOMOS UN SOLO GOBIERNO.” Admitió así que las autoridades cubanas,
concretamente los hermanos Fidel y Raúl Castro, intervienen en los asuntos internos
de Venezuela y participan en el gobierno de la República. Esta
confesión hace plena prueba, si la vinculamos con sus viajes frecuentes a Cuba
para rendir cuentas ante los hermanos Castro, con el aporte fiscal de Venezuela
para el sostenimiento de Cuba, con la entrega de petróleo venezolano para ser
administrado por Cuba en las ventas al exterior (Petro-Caribe) y con la
presencia de miles de cubanos ejerciendo autoridad en el gobierno de Venezuela
(44.000 reconocidos por él mismo, pero son muchos más). Y por la sumisión
filial ante Fidel Castro, su papá político. Había incurrido, pues, en la mayor
traición de la historia nacional contra Venezuela. Pero visto que nada ha
pasado, porque todo el mundo acepta tranquilo esta traición a la patria, se consideró
autorizado para hacer lo que viene haciendo: se mudó a Cuba, trasladó la
capital a La Habana
y entregó a Cuba el secreto de su enfermedad, considerado por él mismo secreto
de Estado, que lo hace incurso en otro delito contra la seguridad nacional: la revelación
de un secreto de estado a una potencia extranjera. Si es secreto de Estado para
los venezolanos, es delito revelarlo a un gobierno extranjero.
Estaba en lo cierto El Tirano cuando tomó la decisión sobre
su enfermedad. Este país perdió la vergüenza hace rato. El Tirano nos está
pisoteando y lo único que se oye decir es “pobrecito, le deseamos suerte.” Un
masoquismo jamás visto en la historia universal. Está limpiando el piso con
nuestro honor de venezolanos y cual esposa sumisa, víctima de la violencia
doméstica, la respuesta de instituciones, poderes fácticos e individuos es:
“sí, mi amo, te deseo que vivas para que me sigas pateando.” No creí presenciar
nunca tal estado de degradación colectiva. Estaba influenciado por los libros
que cuentan las gestas heroicas. Sinceramente nos merecemos El Tirano.
Si hubiese una pizca de dignidad y vergüenza hubiésemos
reaccionado protestando y negándole la autorización, y aunque fuese un saludo a
la bandera, hubiésemos presentado, para salvar la honra y crear conciencia en
el pueblo, un proyecto de Ley de Acefalía,
como existe en países decentes que cuidan de su honor. Propondríamos en
dicha ley, primero, que la falta temporal del Presidente de la República por enfermedad
sólo puede autorizarse si acompaña la solicitud con certificación médica que
contenga diagnóstico y pronóstico. No se admite el secreto. Segundo, el deber
del presidente de tratarse su enfermedad en Venezuela por razones de seguridad
de Estado. No se admite excusas. Si la enfermedad es tan grave que no hay
recursos para ella en Venezuela, se declara la falta absoluta para que pueda
viajar al extranjero. Tercero, cualquiera sea la causa de falta temporal,
incluyendo el viaje al extranjero por menos cinco días, asumirá la presidencia
el Vice-Presidente mientras dure la falta. Cuarto, en ningún caso el presidente
podrá despachar desde el extranjero, ni estar bajo el cuidado de autoridades
extranjeras, porque en tales supuestos estará incurso en el delito de traición
a la patria.
Es cuestión de recuperar el honor nacional perdido y
resucitar el patriotismo. Una larga marcha comienza con el primer paso.
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