El 10-01-19 se produjo la falta absoluta de Presidente
de la República por la inexistencia de presidente electo para el período
2019-2025. Ese día el Presidente de la Asamblea Nacional quedó investido
automáticamente (ope-legis) como Encargado de la Presidencia de la República, por
disponerlo así la Constitución en el Art. 233. No obstante, tal situación jurídico-política
no fue reconocida expresa y formalmente por la Asamblea Nacional por motivos
que hasta ahora no han explicado los diputados de la mayoría. Ante esta
indefinición, el que ya era, por ministerio de la ley, Encargado de la
Presidencia de la República, ciudadano Juan Guaidó, decidió hacerlo público y
notorio prestando juramento solemne ante el pueblo reunido en la calle el 23 de
enero siguiente, o sea, 13 días después de su investidura. Con este gesto de
independencia y dignidad se ganó Guaidó la adhesión entusiasta de la inmensa
mayoría de los opositores a la tiranía, que vió en su gesto una promesa de
liderazgo sin hipoteca con los partidos de la MUD.
Creció la confianza en su persona cuando expuso los
objetivos de su interinato que, conforme a la Constitución, finalizaría con la
elección del nuevo Presidente de la República. Los ordenó así: 1) Cese de la
usupación (del cargo por Maduro, el usurpador); 2) Gobierno de transición; y,
3) Elecciones libres. Hubo acuerdo unánime y respaldo masivo, que luego
desperdició. Al rebelde del principio le sucedió el sumiso a los llamados
partidos, que en verdad no son tales sino maquinarias electoreras sin ideología
ni principios. Unas trampajaulas para los negociados. No entendió que si su
rebeldía ante movimientos electoreros, manifestada cuando se les impuso con su
juramentación, fue la que despertó el entusiasmo y la confianza en su persona,
su sumisión a ellos sería su perdición. Y así ha sido. Transcurridos nueve meses, el trapiche de la MUD lo ha
triturado. Perdió el encanto, degenerando en un politiquero más. Lamentable
caso del que ha derrochado el inmenso regalo que le deparó el destino.
Al inicio del penúltimo mes de 2019 nos encontramos en
esta situación: 1) Maduro no tiene pueblo. Según las encuestas más del 80% de
la población lo repudia, quiere que se vaya. Lo sostienen las 4 bandas
criminales descritas con acierto por la periodista Ludmila Vinogradoff,
haciendo reminiscencia de la que fue la famosa “Banda de los 4” que gobernó con
Mao en China, liquidada a su muerte por Den Xiao Ping. 2) Pero Maduro no ha
caído porque no tiene oposición. Ocupan este espacio los colaboracionistas, que
compiten entre sí en servilismo. En verdad, hay oposición a una tiranía cuando
se organiza para combatirla y derrocarla como sucedió en tiempos de Gómez y
Pérez Jiménez. Esto sólo pueden hacerlo movimientos políticos-sociales con
ideología y principios. Nunca maquinarias electoreras que sólo buscan cargos y
presupuesto público para sostener la legión de activistas y de contratistas que
las financian, además del peculado de los jefes.
Una situación así no puede prolongarse
indefinidamente. No lo permiten el colapso económico que no da respiro, ni la
crisis humanitaria por el desempleo y el hambre, ni la desesperación por el
desamparo ante la enfermedad y la muerte, ni la desesperanza por la falta de
futuro. Para los que aún vivimos es cuestión de supervivencia. Es también tener
ilusión de futuro. Perdida la ilusión con Guaidó, cerremos este capítulo.
Iniciemos otro, exhortando a los dos políticos (Ledezma y Machado) que siguen
fieles a la estrategia que resume el lema: LA CALLE ES LA SALIDA, LA SALIDA
ESTÁ EN LA CALLE, a que organicen a la sociedad civil en ejércitos civiles como
lo fue la resistencia clandestina de los años 50, inspirada en la resistencia
clandestina francesa contra la ocupación alemana, conscientes de que la
situación político-social es mucho más favorable que entonces para un desenlace
cívico-militar.
Más del 80% de civiles que quieren que Maduro se vaya
y más de 400 oficiales presos por conspirar en contra suya son indicativos de
que están dadas las condiciones para un sacudón contra la tiranía, sólo falta
saber aprovecharlas adaptando a la realidad actual las enseñanzas del pasado.
LEY, ORDEN Y BIENESTAR (7)
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