“Este es un Gobierno socialista,
comunista, marxista, ateo, fracasado, que no funciona ni funcionará jamás.
Hasta que no haya un cambio de sistema, el país no funcionará. El Gobierno va
contra la propiedad privada, la Iglesia, la fe, la conciencia de los pueblos.
Esto es comunismo. Yo lo repito y lo repetiré siempre. Hay quienes tienen miedo
de decir esto”.
Son palabras del Arzobispo de
Barquisimeto, Monseñor Antonio López Castillo. Nada menos que todo un hombre
con sotana. Resume con claridad y contundencia la posición de la Conferencia
Episcopal de Venezuela que se había expresado de este modo: “En la historia del
país ningún gobierno había hecho sufrir tanto al pueblo como el actual.” Y “la
causa fundamental es el empeño del Gobierno de imponer el sistema totalitario
recogido en el PLAN DE LA PATRIA (llamado Socialismo del Siglo XXI), a pesar de
que el sistema socialista marxista ha fracasado en todos los países en que se
ha instaurado, dejando una estela de dolor y pobreza.”
Si ésta es la causa fundamental,
como efectivamente lo es, la solución está en, no sólo en cambiar de gobierno,
sino en cambiar radicalmente el sistema político-económico, que por ser
comunista es contrario al cristianismo. Es lo que sostiene la Iglesia. Pero, en
lugar de avanzar hacia la democracia, nos encontramos ante la inminencia de que
suceda lo contrario con la CONSTITUYENTE COMUNISTA que se anuncia para dentro
de 30 días. Su finalidad será implantar definitivamente el comunismo, uniendo a
Venezuela o Cubazuela con Cuba en la Confederación Vene-Cuba.
¿Por qué si la Iglesia está
clarísima, sus palabras no han surtido el efecto que cabía esperar? Hay dos
motivos. El primero: la posición equivocada del Vaticano. No combate el
comunismo, respaldando a los Obispos, sino promueve entenderse con la tiranía
comunista con el pretexto de la paz. Algo inexplicable porque: a) el Papa
Francisco fue electo para que cumpliera en América una misión similar a la
cumplida por Juan Pablo II en Europa: combatir el comunismo y reconquistar a
los países iberoamericanos para el catolicismo y la democracia; y, b) el
Cardenal Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, fue Nuncio en Venezuela,
por lo cual conoce nuestra realidad política y perfectamente a los Obispos, que
han sido categóricos, firmes y valientes para enfrentar al comunismo y, sin embargo,
el Vaticano no les ha correspondido. Así el Vaticano ha desconcertado a los
católicos venezolanos, cuyo afecto se ha enajenado el Papa Francisco. Lo
respetan, pero no lo quieren. Es el sentimiento que recogemos en la mayoría.
Esperemos que los Obispos que han viajado a Roma, le hagan rectificar.
El segundo motivo: la
inexistencia de un partido demócrata cristiano, que traduzca en acción política
la doctrina y la posición de la Iglesia, actuando en perfecta coordinación de
beneficio mutuo. COPEI es un cadáver que se pelean unos fantasmas. Y Primero
Justicia no se declara públicamente demócrata cristiano. Ni proclama la
Doctrina Social de la Iglesia. Ni siquiera coincide con los Obispos atacando a
la tiranía por comunista. Pero sí recibe los beneficios económicos de
pertenecer a la Internacional Demócrata Cristiana, entre ellos los aportes de
la Fundación Konrad Adenauer. Es una relación extraña y perjudicial para la
democracia cristiana en Venezuela. Se es
o no se es. Y deberían decirlo con claridad.
A los Obispos les toca hacer que
el Vaticano rectifique su posición sobre la tiranía comunista de Venezuela. Y a
los demócratas cristianos refundar la democracia cristiana, lo que constituye
una necesidad urgente en un país donde el partido de gobierno es comunista y en
la MUD predominan los socialistas y no hay un demócrata cristiano.
Reconozcamos a los Obispos su
posición firme y valiente, a pesar de las circunstancias adversas con que han
tropezado. Han sido los únicos que han hablado claro. Hagamos que su voz tenga
eco.
DEMOCRACIA CRISTIANA 5 05-06-17
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