Cuando era un muchacho se nos advertía a los provincianos recién llegados a Caracas sobre una modalidad de estafa que llamaban “paquete chileno”, no sé porqué y me disculpan los chilenos. Consistía en tentar la codicia del ingenuo de mentalidad campesina, induciéndolo al engaño de cambiar sus monedas u objetos de valor por una suma elevada de dinero en billetes que estaban supuestamente envueltos en un paquete que la víctima, cuidándose de un ladrón, no abría en público. Al hacerlo en su casa se encontraba con la sorpresa de que sólo era papel de periódico.
Exactamente lo mismo hacen los colaboracionistas, que son estafadores políticos profesionales. Se presentan como amigos de la víctima, diciéndose de oposición, para inducirla al engaño que consiste en encallejonarla por la sola vía electoral, la cual semeja una manga de coleo sin salida. Siempre el estafador se presenta con el mismo cuento: esta vez vamos a ganar, es seguro porque lo dicen las encuestas, si tú me das el voto te ganas libertad, democracia y bienestar, te haré rico en felicidad. No incurras en actos de rebeldía. Eso es malo. Sería tu perdición. Sólo hay un camino: votar. Es lo único que debes hacer. Y siempre la víctima cae en el engaño, ilusionándose con la victoria. Al terminar la votación descubre que lo prometido sólo era papel de periódico. El estafador da una explicación. La de siempre: la culpa es de los que no cayeron en la estafa. De los que se abstuvieron de votar porque ya no se creen el cuento. Y con esta excusa quedan los estafadores muy tranquilos, esperando la próxima oportunidad electoral para repetir la estafa con el “paquete chileno electoral”.
Pero como cada día son más los que desconfían de los estafadores se han esmerado esta vez. Han montado una operación de mercadeo que les ha salido perfecta. Se ha iniciado con unas encuestas según las cuales es imposible perder esta vez. La ha continuado el CNE simulando que se resiste a convocar las elecciones parlamentarias por orden de Maduro, convencido (dicen y repiten) de que las perderá. Entonces los estafadores convocan a las víctimas para que exijan la fecha de la elección, es decir, la fecha en que serán estafados. No convocan al pueblo a exigir la renuncia de Maduro, que es lo que se impone por cien razones: la hiperinflación, la escasez, la inseguridad, la pérdida de la soberanía con Cuba, el comunismo, el militarismo, su ilegitimidad por el fraude y la nacionalidad, etc. etc. Nada de eso. Todo esto quedó pospuesto porque lo único que interesaba era la fijación de la fecha de la elección, cuando el pueblo será estafado otra vez con el “paquete chileno electoral.” Así, las víctimas trabajando para sus estafadores, demandan su derecho a ser estafados. Nada de pedir una policía electoral, un CNE imparcial. Nada de exigir una comisión internacional de vigilancia que impida la estafa. El pueblo quiere ser estafado y reclama su derecho a serlo, bajo la dirección y guía de los estafadores.
Demoró el gobierno el anuncio para crear el clímax colaboracionista, aprovechando la huelga de hambre de López y sus seguidores (creo que actuaron de buena fe pero la desproporción del sacrificio los venció). Cuando lo creyó alcanzado, anunció la fecha. Culminó la operación marketing. La clientela de víctimas está ganada para la estafa. Ya saben la fecha del “paquete chileno electoral”. Títeres y colaboracionistas creen que el mandado está hecho, vencida la resistencia. Pero seis meses da tiempo a una operación contraria a la montada. ¿Cuál sería? Convertir la campaña electoral en una movilización nacional que fuerce la renuncia de Maduro, lo que significaría deslinde y confrontación con títeres y colaboracionistas para evitar otra estafa política. Se haría direccionando la operación de marketing montada para aprovecharse de sus efectos, dirigiéndola a un objetivo concreto e inmediato: la renuncia de Maduro.
El espacio está abierto para los que se atrevan.
El objetivo: LA RENUNCIA DE MADURO.
La consigna: FUERA MADURO.
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