Fue Dumas el que
acuñó la frase: “cherchez la femme” (busquen a la mujer), que partía de la
hipótesis de que el motivo del crimen siempre era una mujer. Luego se la ha
usado para indicar por donde debe comenzar la investigación policial: a quién
beneficia?
En el magnicidio del
Primer Vice-Presidente de la República, Juancho Gómez, su hermano el Presidente
Juan Vicente Gómez, aplicó esta regla de investigación criminal. ¿A quién beneficiaba
el crimen? Desde luego, al Segundo Vice-Presidente, que era su hijo Jos é Vicente, que así ascendía
a primero en la sucesión. Entonces el padre malicioso, convencido de detrás del
hijo estaba la madre intrigante, cortó por lo sano: eliminó la Vicepresidencia
y desterró al hijo a Francia, donde vivió hasta su muerte.
Desde entonces no
hubo Vice-Presidente con derecho a la sucesión. Ocurrió, sin embargo, que en
1948 se instaló un gobierno colegiado llamado Junta Militar de Gobierno. Lo
presidía el coronel Carlos Delgado Chalbaud, que estaba acompañado por los
oficiales del mismo grado: Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez, en
la práctica primero y segundo vicepresidentes. Sucedió que a Delgado lo
asesinaron, después de haberlo secuestrado, cuando estaba próximo a cumplir dos
años en la presidencia. Todo el mundo le imputó el magnicidio a Pérez Jiménez,
que era el beneficiario. Los hechos posteriores confirmaron la regla.
Por estos
antecedentes los redactores de la Constitución de 1961 descartaron restablecer
la Vice-presidencia de la República. Optaron por crear la incertidumbre sobre
la sucesión con este mecanismo: se encargaba por treinta días el presidente del
Congreso, que era electo cada año, hasta que el mismo Congreso elegía al
sucesor, por lo cual ningún magnicida tenía asegurado el cargo de presidente.
Llegó al poder el
difunto y, por su incultura política (demostró ser ignorante en historia de
Venezuela), cayó en la trampa de restablecer la vice-presidencia. Creyó que,
siendo de su libre nombramiento y remoción, lo podía sacar del juego antes de
que le hiciera daño. Se ve que tampoco había leído las tragedias griegas ni a
Shakespeare, en las cuales el magnicida es siempre el príncipe heredero, su
amado hijo, que se le mete por los ojos al padre y lo ciega, mientras los
complotados hacen el trabajo.
¿A quién benefició la
muerte del difunto? Al príncipe heredero del padre amado. ¿Fue una muerte
natural? Eso dicen los complotados. ¿Alguien ha visto la historia médica y el
informe del facultativo junto con el acta de defunción? Nadie. ¿Quién puede
tener interés en ocultarlos? Sólo un magnicida. Nadie más. ¿Es que hubo
magnicidio? No lo sabemos, pero toda muerte sospechosa de un presidente huele a
magnicidio.
Tiene año y medio el
misterio de la muerte del difunto, a quien vimos por última vez el 08-12-12.
Nunca más habló ni se apareció. Sin desvelarse este misterio, viene ahora el
sucesor y denuncia que lo quieren matar. Suponiendo que sea cierto, quién puede
tener interés en matar a Maduro? Si Maduro muere, Leopoldo López no asume la
presidencia. Tampoco María Corina Machado. Ni Diego Arria. Ninguno de ellos. La
historia y la literatura enseñan que, tratándose de magnicidio, el primer
sospechoso es el vice-presidente Arreaza, que además está en el secreto de la
muerte de su suegro. Y más sospechoso aún, se hizo de la vicepresidencia con el
cuento de que lo había dispuesto el suegro, cuando posiblemente estaba ya
muerto. Este cuento de Arreaza lo hace sospechoso a la enésima potencia, si
agregamos que vive como presidente en la residencia presidencial, formando
parte de la familia real cuyos miembros, sobre todo las mujeres, no esconden su
ambición y su decisión de ejercer el poder por derecho hereditario.
Si matan a Maduro, quién
lo sucedería? El vice Arreaza, que debe convocar a elecciones. Y quién sería,
con su apoyo, el candidato natural del gobierno? Su mujer o su cuñada,
herederas legítimas de su padre. Faltaría más que a Arreaza lo crecieran las
agallas queriendo ser el sucesor. Lo liquidaría su familia por afinidad.
Pero para matar a
Maduro los complotados necesitarían el consentimiento de los Castro, que son
sus dueños. Sus anillos de seguridad son todos cubanos. Por este motivo habría
que ir a Cuba a convencer a los Castro. Esto no lo pueden hacer Arria, María
Corina y López, porque no tienen acceso a los Castro que, por el contrario, los
aborrecen.
Entonces: cherchez la
femme. Por aquí debe comenzar la investigación.
REFLEXIONES 54 04-06-14
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