Liberación Nacional y No-Reelección (23)
La crisis política no ha sido resuelta. Sigue allí. La
auditoría del 46% de los votos sólo ha postergado el desenlace, actuando la
crisis económica como un combustible regado en el piso del sistema. El ajuste
profundo que demanda abrirá las compuertas a un posible estallido social. El
sistema va camino a la voladura.
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La crisis política no tiene
salida electoral. Nunca la tuvo porque es una crisis sistémica. Ahora todos
saben que las elecciones son y seguirán siendo fraudulentas, así cuenten y
recuenten los votos. Lo que decíamos unos pocos, a quienes nos llamaban
peyorativamente radicales, ha saltado a la vista del mundo entero como una
verdad irrefutable. En Venezuela los procesos electorales son fraudulentos
desde que nos gobiernan los comunistas.
Ventajismo y fraude son las
columnas electorales del sistema. Consumado el ventajismo está ganada la mitad
de la elección. La otra mitad se asegura con el fraude. Alguien falló para que
la diferencia fuera de menos de un millón de votos, como se acostumbra. Forzado
al recuento el régimen vuelve a hacer uso del ventajismo. Proclama el ganador
sin haberse hecho el recuento. Acepta éste para después que el proclamado se
juramente. Después de posesionado, se demorará el recuento lo suficiente para
que la gente se canse de esperar y, desde luego, terminará convalidándose lo
hecho antes, a menos que la presión de calle obligue a un pronunciamiento
contrario. Y si fuere así, la última palabra la tendrá el TSJ que ha hecho ver
que sentenciará a favor de Maduro. El que cae en la trampa no sale de ella. No
tiene escapatoria. Para eso todo está atado y bien atado.
Pero ahora el sistema cojea de la
pata que alardeaba: el pueblo está convencido de que todo el proceso electoral
es fraudulento. Ni que la oposición acepte un resultado adverso, podrá borrarse
la mancha del fraude de esta elección. No hay bautismo que limpie a Maduro de
su pecado original: la ilegitimidad. Es el más ilegítimo de todos los
presidentes en la historia de Venezuela. Comenzó por gobernar en nombre de
quien ya era difunto, diciendo que seguía vivo. Continuó presentando un
documento supuestamente firmado por quien ya era difunto. Y, finalmente, ha
ocultado el acta de defunción del difunto, escondiendo la fecha, el lugar y la
causa. A esta cadena de ilegitimidades, se le añade ahora, lo que nunca antes
había ocurrido: la acusación de fraude por la oposición, que no se la quita ni
la bendición papal, si la consiguiera, y mucho menos el TSJ.
A la mácula de ilegitimidad se le
agrega en su persona el haber sido
escogido por Cuba, sin ningún otro mérito que la adhesión y la
fidelidad. Lo único que estudió en su vida fue la doctrina comunista impartida
en Cuba. Se ganó la confianza de los Castro, quienes practican la peor especie
de comunismo: monárquico, militarista y degenerado, porque convierte a la gente
en lumpen tarifado. El papel de Maduro es implantar el modelo cubano y mantener
a Venezuela bajo el dominio de Cuba, hasta constituir formalmente la
Confederación Vene-Cuba que existe de hecho, como lo demuestra que Cuba haya
escogido el sucesor del difunto. Pero mientras los Castro le habían hecho creer
al difunto que sería el presidente de Vene-Cuba, porque la vejez de ellos hacía
presumir que morirían primero, con Maduro la situación es diferente. La
presidencia la tendrá Cuba.
En socorro de Maduro, para suplir
su ilegitimidad, viene la Internacional Comunista de América Latina (Foro de
Sao Paulo) y el Eje del Mal (Corea del Norte, Irán, Siria, etc.) Se explica por
su identificación política. Distinto es el caso de la Colombia de Santos. ¿Qué
hay detrás de su apoyo? Solamente lo sabremos cuando Maduro muestre
públicamente su partida de nacimiento y las de sus padres. Hay que tener
presente que los guerrilleros colombianos que ocupan la región fronteriza son
comunistas, pero también colombianos. Significa que toda la región fronteriza
con Colombia está ocupada por colombianos, por añadidura comunistas. Son
bienvenidos a Venezuela los colombianos pacíficos, trabajadores y honestos,
pero no podemos permitir la presencia de colombianos armados que ocupan
territorio nacional. Estos colombianos están ejerciendo posesión a favor de su
país, lo que va en contra de Venezuela ya que la mejor política de buena
vecindad, tan necesaria, debe basarse en una regla elemental: cada quien en su
casa y Dios en la de todos.
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@petitdacosta
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