O la MUD-AN depone a Maduro por el 333, o el
estallido social será anárquico a menos que alguien, civil o militar, llene el
vacío de liderazgo y entonces será el que salve al país.
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No me canso de repetirlo: están dadas todas las
condiciones objetivas para la rebelión popular. No me canso de repetirlo: hay
hambre. Escasean los alimentos (escasez) y los que por casualidad se consiguen
aumentan de precio todos los días (hiperinflación), haciéndose inaccesibles. No
me canso de repetirlo: la gente muere de mengua (crisis humanitaria) porque
escasean los medicamentos y los que por casualidad se consiguen aumentan de
precio todos los días, además de no contar con asistencia sanitaria porque los
hospitales están en el último estado y en las clínicas falla la dotación. No me
canso de repetirlo: vivimos angustiados y en zozobra, por nuestros hijos y
nietos y por nosotros mismos, porque además del hambre y la mengua estamos en
total desamparo ante los criminales que actúan con absoluta impunidad. Todo
esto nos conduce a la explosión social, que ya viene anunciándose con brotes
anárquicos indicativos de que la desesperación se apodera de la gente. Y es con
la desesperación que aparece la condición subjetiva fundamental para la
rebelión popular: el 80% quiere salir de Maduro ya. Quiere se vaya ahora mismo.
No dentro de unos meses si acaso hay revocatorio. No aguanta más. En este clima emocional sólo falta el líder
civil que convoque a la rebelión para tomar el poder. No ha surgido entre los
políticos profesionales porque los señores de la MUD-AN se han castrado aplicándose
la ablación con un instrumento inventado por ellos mismos llamado “vía pacífica
y electoral”. Su castración los incapacita para asumir el liderazgo que las
circunstancias demandan, dadas como están las condiciones objetivas y
subjetivas para la rebelión popular. Lo demuestra que, a pesar de habérselo
pedido civiles y militares repetidas veces, no se han atrevido a aplicar el
Art. 333 de la Constitución que los obliga a deponer a Maduro por ser títere de
Cuba, por no cumplir con el requisito de la nacionalidad y por haber roto el
orden constitucional siendo por tanto un gobernante de facto. Ni tampoco se han
atrevido a revocar el nombramiento inconstitucional de los magistrados del TSJ.
A pesar de que el secretario general de la OEA, Luis Almagro, se ha jugado el
cargo dándoles la razón. Esta conducta prueba que están castrados. Entonces tendrá
que asumir el liderazgo de la rebelión popular alguien, político o no, que no
se haya castrado, incapacitándose para la acción con el instrumento ablatorio
de la “vía pacífica y electoral” y en su lugar se estimule con el afrodisíaco
que los viejos políticos llamaban “pasar a la acción”. Y esto debe ser pronto, porque la historia
enseña, sobre todo la historia venezolana, que el vacío de liderazgo que dejan
los civiles lo llenan los militares. Porque las condiciones objetivas y subjetivas
de la rebelión civil motivan también la militar.
Me dirán que entre los militares de ahora no
hay ninguno semejante a los del pasado. Eso está por verse. Mi experiencia de
vida y la historia me han enseñado que en Venezuela el mando militar suele
suplir las carencias intelectuales. Vayamos al antecedente remoto de Julián
Castro antes de llegar al reciente de Hugo Chávez. A ninguno de ellos se les
presentó, para rebelarse, una situación tan favorable como la presente: un
colapso económico que ha traído pobreza, hambre y crisis humanitaria; un clima
de desesperación de la gente; un repudio masivo al gobernante con el anhelo
general de que se vaya; y todo ello con la quiebra del orden constitucional:
porque Maduro es títere de Cuba, porque es extranjero y porque es gobernante de
facto sin legitimidad de origen ni de ejercicio, lo que ha sido declarado por
la Asamblea Nacional y confirmado por el Secretario General de la OEA, siendo
el supuesto de hecho para la aplicación del 333, que obliga a civiles y
militares, investidos o no de autoridad, a restablecer la vigencia efectiva de
la Constitución.
Ya hubieran querido los redactores de las actas
constitutivas de las juntas de gobierno de 1945, 1948 y 1958 tener tantos
considerandos para motivar la rebelión y toma del poder. En esta ocasión,
aparte de contar con apoyo multitudinario, la misma Constitución ordena hacerlo
y señala el paso siguiente: interinato de treinta días y elección presidencial
inmediata.
Estamos, pues, ante estas alternativas: la
MUD-AN sin más demora depone a Maduro por el 333, revocando antes al TSJ; o, en
su defecto, habrá un estallido social que provocará la anarquía, a menos que un
líder civil asuma el liderazgo convirtiéndolo en rebelión popular; y, si no
surge este líder, el vacío de liderazgo será llenado por los militares.
Dadas las condiciones el que actúe salvará al
país.
Liberación
Nacional y No-Reelección (172)
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