Liberación Nacional y No-Reelección (58)
Los hechos, que son tercos, han probado hasta la saciedad que no hay salida electoral. Entonces no queda otra alternativa que seguir la ruta trazada por aquella gesta cívico-militar.
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Estos son nuestros objetivos en la presente
situación: 1) Liberar a Venezuela de Cuba y así recuperar la soberanía e
independencia perdidas por la traición del difunto y sus seguidores; 2) Liberar
a Venezuela del comunismo impuesto por Cuba a su imagen y semejanza y así establecer
el Estado Social y Democrático de Derecho (capitalismo con justicia social) tal
como rige en las democracias occidentales; 3) Liberarnos de la tiranía de los
comunistas que forman el gobierno títere y, en su lugar, establecer una nueva
democracia en la cual funcionen las instituciones contraloras de los
gobernantes y protectoras de los ciudadanos y se haga efectiva la alternancia
en el poder y el relevo generacional consagrando la no-reelección; 4) Liberarnos
de los corruptos, agentes de la monarquía comunista cubana con mando, que han
saqueado y siguen saqueando al país, y liberarnos también de los criminales
que, organizados en bandas o colectivos, le sirven a Cuba y al gobierno títere como
ejército de ocupación que asalta, secuestra y asesina a los venezolanos,
quienes así tenemos suspendidos de hecho los derechos constitucionales a la
vida, de libertad, tránsito, inviolabilidad de la persona, del domicilio y de
la propiedad sin necesidad de decreto, y en consecuencia restablecer la moral
en el ejercicio de la función pública y castigar a los criminales con una
justicia severa.
Está probado hasta la saciedad que no podemos
conseguir estos objetivos por el trillado “camino” electoral, debido al
ventajismo descarado y el fraude sistemático y masivo. Entonces veamos hacia
atr ás para
aprender de nuestras propias experiencias históricas. Allí encontramos el
ejemplo de la rebelión cívico-militar del 23 de enero de 1.958. Fue la única
vez en el siglo pasado que una tiranía cayó derrocada por una rebelión. A
Cipriano Castro lo derrocó una conspiración palaciega. A Gómez no lo tumbó
nadie. Las rebeliones militares de 1945 y 1948 fueron contra gobiernos
democráticos. La del 58 enseñó que la rebelión cívico-militar contra una
tiranía siempre resultará victoriosa, si se la organiza bien y la toma una
vanguardia bajo su dirección. Pero no sólo eso. Enseñó que es el único modo de
salir de una tiranía cuando está cerrada la vía electoral por el ventajismo y
el fraude, porque precisamente es tiranía, entre otras razones, por la
imposibilidad de ponerle fin mediante elecciones.
La del 58 comenzó como una rebelión civil. Fuimos los
universitarios los que le dimos inicio. Se nos unieron los trabajadores,
especialmente de los medios de comunicación. Se nos sumaron los habitantes de
los barrios (p. ej. La Charneca y el 2 de diciembre, después llamado 23 de
enero). Y decididamente actuó la Iglesia Católica, cuyo máximo dignatario
(Arias Blanco) se comprometió tanto en la acción que el vocero eclesiástico (diario
La Religión) hacía oposición activa a la dictadura. Esta es otra enseñanza:
somos los civiles los que debemos dar el paso adelante. Al hacerlo le marcamos
la pauta al gobierno de transición que surja. En lugar de la sustitución de una
tiranía por otra, el papel fundamental de los civiles fuerza al advenimiento de
la democracia. Los civiles en la calle obligan a la intervención militar,
determinante del desenlace, pero esta intervención no es golpista, sino de adhesión
a la causa democrática y a la voluntad del pueblo. Se produce así la alianza
cívico-militar que estabiliza y consolida la transición.
Mi generación, la del 58, cumplió: derrocó la
tiranía. Sintió que era su deber, a pesar de que el tirano no fue traidor a la
patria, no la entregó a una potencia extranjera ni fue su títere, no pretendió
implantar el comunismo o el fascismo, no estimuló la delincuencia sino la
combatió a tal extremo que vivíamos seguros en la calle y en la casa, no
arruinó el país sino trajo prosperidad con estabilidad de precios y estabilidad
de la moneda de libre convertibilidad y aceptación en el mundo entero,
transformó el medio físico con grandes obras públicas. Bastaron entonces las
ansias de libertad, democracia y
honestidad administrativa para rebelarnos. ¿Qué decir ahora cuando hemos
perdido la independencia y la dignidad nacional, con una nación en ruinas,
saqueada y desangrada, abatida por la mayor delincuencia, la mayor inflación,
la mayor escasez y el empobrecimiento general unido a la desmoralización colectiva?
Es hora de que las nuevas generaciones cumplan con su
deber retomando la ruta del 23 de enero, la que mi generación, la del 58, abrió
dándoles el ejemplo a seguir.
@petitdacosta
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