Titula la prensa hoy: “la justicia penal venezolana
es vista como la peor del mundo” como se concluye en el World Justice Project.
Y lo es efectivamente, porque:
1)
El Poder Judicial perdió su autonomía e independencia
al desaparecer el auto-gobierno. Está subordinado al Ejecutivo, dependiente políticamente. Esta subordinación es mayor en la rama penal porque, a
diferencia de las tiranías anteriores que se valieron directamente de la
policía para la persecución política, ésta la encubre con decisiones
judiciales.
2)
Fue eliminada la carrera judicial, garantía de juez
independiente e imparcial. Los jueces no son seleccionados ni ascendidos por
méritos, sino por identificación política. Se los recluta preferentemente de la
escuela de adoctrinamiento comunista denominada Universidad Bolivariana de
Venezuela. Y se los destituye sin fórmula de juicio mediante un simple oficio
inmotivado.
3)
Los jueces están desamparados ante el Ejecutivo. Y
los ciudadanos estamos desamparados ante los jueces.
4)
El desprecio del gobierno comunista por los jueces se
evidencia en que nunca ha tenido un Ministro de Justicia que sea abogado. Ni
siquiera tiene un Ministerio de Justicia para la relación con el Poder
Judicial. La justicia es apenas un apéndice del Ministerio del Interior siempre
a cargo de un militar. Más respeto tuvo Pérez Jiménez, dictador militar, que,
primero, no usó a los tribunales para perseguir políticos y, segundo, creó el
Ministerio de Justicia, que no existía antes, designando para el cargo al
doctor Luis Felipe Urbaneja, un jurista eminente, catedrático universitario,
respetado hasta por los opositores a la dictadura, quien organizó una judicatura
digna, tanto así que muchos jueces fueron ratificados por la democracia.
¿Qué hacer
cuando derrotemos el comunismo? Organizar un nuevo Poder Judicial del modo que
expondré posteriormente.
REFLEXIONES 27 20-01-14
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