sábado, 29 de septiembre de 2012

PERFIL DE CHÁVEZ

LA PSICOANALISTA ENEIDA BRICEÑO, DE MERECIDO PRESTIGIO PROFESIONAL, ME HA AUTORIZADO PARA ENVIARLE A USTEDES Y DIFUNDIR ESTE DIAGNÓSTICO SUYO.
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El documento que les presento en esta oportunidad tiene por objeto compartir con ustedes un conjunto de consideraciones relativas a los psicodinamismos y patología del Presidente Hugo Chávez. Estas consideraciones, que se derivan de mi dilatada experiencia y formación como psicoanalista, aunadas a un profundo proceso de observación, estudio, reflexión, y discusión con numerosos colegas, pueden sintetizarse en los aspectos que paso a exponerles a continuación:

1.     Daño orgánico cerebral: se caracteriza por su irritabilidad conductual, extrema agresividad y violencia, así como por un precario control de los impulsos; sus emociones son irruptivas debido a una pobre capacidad de contención; se exalta al extremo y tiene dificultades para conciliar el sueño. Su nivel de violencia no le permite fluir ideas creativas, lo que se manifiesta en conductas repetitivas y escasamente imaginativas, por ello escuchamos la reiteración del mismo discurso de hace 12 años. Su capacidad sintética se encuentra ausente, de ahí las “interminables” cadenas en las que despliega un discurso en exceso prolijo que lo hace largo y tedioso. Se evidencia su imposibilidad de discriminar entre lo que es esencial y lo que es accesorio, y sus posibilidades son muy limitadas. El comportamiento que exhibe se revela impulsado en mucha mayor medida por lo que los psicoanalistas denominamos “acting out” que por un proceso reflexivo, de pensamiento.

2.     Narcisismo: El narcisista es aquella persona que se comunica esencialmente consigo misma, sin poder conectarse con el afuera, con la realidad, y su característica básica es la omnipotencia de su pensamiento y su fantasía de grandiosidad. Ello se evidencia obviamente en su discurso: con frecuencia lo escuchamos compararse con personajes como “Bolívar”, y aún más podemos afirmar que a menudo da la impresión de que se siente Bolívar, reviviendo todas sus circunstancias, razón por la cual no puede desprenderse del pasado –del siglo XIX-, e impregna su lenguaje de términos que refieren a la época de la independencia tales como “batallas”, “guerra”, “independencia”, “colonialismo”, y expresa como ideal del yo “andar a caballo,” “bicicleta”, y el uso del “trueque” como sistema de intercambio económico. No contento con Bolívar, se propone a sí mismo como Cristo, de hecho el jueves santo último en una misa en cadena nacional se dirigió a Cristo para reclamarle su identidad, su sangre, sus espinas, lo que constituye una fantasía omnipotente extrema. A ello se agrega su anclaje en el pasado guerrillero de la década del 60, que aspira a reeditar. Todas estas expresiones constituyen fantasías heroicas de alguien que se desdobla de la persona al personaje que se inventa de sí mismo, con lo que fabrica una leyenda que emana del pasado al tiempo que pierde asidero en la realidad que le es contemporánea. Siente una gran necesidad de ser idealizado y admirado, y levantar un culto a la personalidad focalizado en él. Permanentemente desea generar en los demás estupefacción, con frecuencia uno escucha a los oyentes –nunca interlocutores, ya que es incapaz de dialogar-  decir: “Perdí mi capacidad de asombro”. Para este personaje es mucho más importante despertar sentimientos de admiración que transmitir un mensaje, así por ejemplo hace cadenas en los medios de comunicación para contar anécdotas personales en lugar de transmitir alguna información de importancia para el país.  En estas cadenas disfraza y distrae de la realidad, creando un país paralelo que sólo está en su fantasía: una realidad paralela a la que vivimos los venezolanos, lo que pone al desnudo la pérdida de realidad del emisor del discurso.

3.     Observamos como pone de manifiesto continuamente no soportar ningún tipo de disidencia, ni siquiera la de una opinión distinta a la suya, por lo que acusa y persigue al opositor, a quien vive como un enemigo, y lo hostiga implacablemente. Este tipo de persona prefiere polarizar a permitir la indiferencia, ya que para él ser indiferente esperder el poder de ser amado y de controlar al otro omnipotentemente, y de hecho ha creado los mecanismos para que el país se mueva en función de él, de su soberbia y autosuficiencia, a objeto de satisfacer su narcisismo. Narcisismo que se manifiesta en infinitos aspectos, entre los más notorios la fantasía de sepultar el pasado histórico venezolano, y refundar la “quinta república” a partir de su aparición en el escenario político, un “antes” y un “después” de su persona –como Cristo (a.c y d.c)-.  Para ello ha distorsionado la realidad histórica al punto de afirmar que antes de él Venezuela era un país racista que carecía de educación pública y gratuita, de universidades, de servicios de salud, que el analfabetismo era enorme, todas ellas afirmaciones ajenas por completo a la realidad, disociadas de ella.

4.     Incapacidad de amar. Para el personaje la capacidad de amar no existe; sus vínculos son superficiales, y en ellos está ausente la generosidad, la reparación y el agradecimiento; por el contrario, se caracteriza por despreciar al otro. No logra establecer relaciones interpersonales profundas, de hecho ha tenido varios matrimonios y varias parejas, y muchos que lo han conocido de cerca han terminado “decepcionándose” de él, debido a su incapacidad de establecer vínculos profundos, ya que usa al que tiene al lado mientras le resulte útil (militares, condones). Esta sustitución del amor por la utilización de los otros, que signa sus relaciones interpersonales y se proyecta dramáticamente al país, es obvia en los contenidos violentos, manipuladores y distorsionadores de un discurso que enuncia “la revolución del amor” tratando de enmascarar el odio que lo moviliza, y la ausencia de generosidad. El altruismo y la generosidad que exhibe con los múltiples regalos a otros países –para los que emplea los fondos y recursos públicos como de su absoluta propiedad y discreción-, disfrazan el interés geopolítico: la utilización de los otros para sus propios fines narcisistas.

5.     Aspecto fundamental en la personalidad de Chávez lo constituye el núcleo paranoico. Como sabemos, el paranoico se siente perseguido, de ahí que el presidente se rodee de un número altamente exagerado de anillos de seguridad para cualquier mínimo desplazamiento –costo que pagamos los venezolanos-, y exprese permanentemente la idea de que se fragua un inmediato golpe de estado en su contra. Es preocupante el que ha llegado incluso a expresar ideas delirantes tales como que el imperio envía cáncer a los presidentes latinoamericanos. Este núcleo paranoico se manifiesta en forma  clara en la persecución a los disidentes, proyectando sus propias fantasías de persecución, es decir, hace con los demás lo que cree que hacen con él (identificación proyectiva masiva).


6.     Otra característica muy dañina de su personalidad es su incapacidad de sentir culpa, remordimiento y vergüenza ante innumerables actuaciones violentas en contra de otros, que mantiene en el tiempo, para justificar las cuales emplea como herramientas la manipulación, el engaño y la mentira, apoyándose en su capacidad de seducción y en su inteligencia, ya que no hay psicópata sin alta capacidad intelectual. Esta característica nos sorprende ante numerosas declaraciones donde es incapaz de desmentir sus acciones y aseveraciones aún frente a contundentes datos emanados de la realidad misma, antes bien las reitera con un caradurismo asombroso. Encontramos que construye sus discursos para manipular y engañar, descontextualizando enunciados, expresando verdades a medias, tergiversando o escamoteando abiertamente datos económicos y sociales –por ejemplo los altos índices de inflación y de criminalidad-, e inflando aquéllos que le convienen -los logros de las misiones, por ejemplo-, conductas éstas que van más allá de lo político para enmarcarse en una conducta narcisista.

7.     La envidia. En mi opinión éste es el aspecto más grave. La envidia es una emoción básica, muy primitiva y destructiva porque a través de ella se busca destruir lo que tiene el otro para así no sentir la necesidad de mirar en el otro lo que él no tiene, aquello de lo que carece. Es una emoción vinculada a impulsos de muerte –“patria, socialismo o muerte”-en oposición a impulsos de vida: amor, reparación y gratitud.  La envidia masiva lleva a perder los límites del sentido de realidad, por lo que el personaje requiere mecanismos defensivos tales como la proyección en el otro, y con extrema arrogancia deposita su envidia en los otros para aparecer como el objeto “bueno”,  tratando así de obtener e incorporar dentro de él lo que le falta y siente que posee el otro.

8.     El funcionamiento de la mente humana, de acuerdo a la escuela inglesa, en particular de Melanie Klein, pasa por posiciones evolutivas. La más primitiva de ellas es la posición esquizoparanoide, en la cual predomina la disociación de pensamiento,  la irritabilidad conductual, el precario control de los impulsos, la paranoia y la proyección masiva, la envidia y la pérdida del sentido de realidad.  En la posición esquizoparanoide las relaciones con los objetos son parciales, no se integran los aspectos positivos y negativos de los otros, o se idealiza o se denigra, de ahí el maniqueísmo -blanco o negro- porque el sentimiento envidioso destruye el objeto, lo disocia en pedacitos -”pulveriza” al otro-, en tanto que el sujeto se sitúa como mecanismo defensivo en la posición del “bueno”.  Estos aspectos constituyen los más regresivos de la personalidad: el núcleo psicótico.
La otra posición es la depresiva, caracterizada por sentimientos reparatorios, de culpa y su consecuente reparación, y por la capacidad de amar y de integrar, reconociendo al otro –al objeto- como objeto total, vale decir en sus aspectos buenos y malos.
Ambas posiciones, la equizoparanoide y la depresiva, cada una de las cuales tiene formas de relacionarse típicas, se dan a lo largo de la vida, todos los seres humanos pasamos por ellas -por ejemplo ante una situación de peligro inminente como un secuestro-, y condicionan nuestra manera de relacionarse con los otros.
Lo que nos preocupa del sujeto en cuestión es que se observa nítidamente el predominio de la posición equizoparanoide, vale decir, el núcleo psicótico. Ello se denota en la progresiva destrucción del país a lo largo de estos 13 años de gobierno, destrucción que involucra todo lo que conforma el Estado, la perversión de los poderes –caso Aponte Aponte y otros- así como de todo aquello que constituyen responsabilidades que emanan del ejecutivo, al tiempo que se manifiesta en la desintegración de los valores y conductas de sectores de la población que modelan a su líder, acarreando nefastas consecuencias.
Los sentimientos envidiosos, sumados a los elementos sociopáticos que exhibe, son en extremo peligrosos al estar presentes en quien ejerce el poder de todo un país, sobre todo si este poder se configura como omnipotente y totalitario, porque estos comportamientos psicopáticos se alimentan de núcleos psicóticos y confusionales muy activos, revestidos de una apariencia de normalidad, en donde son propios el transformar perversamente lo bueno en malo y lo malo en bueno.  Un ejemplo ampliamente conocido lo constituye el trastocamiento de valores presente en el programa La Hojilla y su conductor Mario Silva, apoyados, promocionados y aplaudidos por el gobierno, en donde el lenguaje escatológico es la excelencia, la moralidad del “deber ser” es la miasma pura, y la difamación es celebrada. La violencia del personaje es proyectada en otros, a la vez que se la exalta y justifica como modo de relación humana individual y colectiva.
Estos componentes perversos son los que han ocasionado más tristeza y daño a nuestra patria y  a nuestro pueblo, y son captados por el inconsciente colectivo, quien percibe la psicosis del presidente, pero lamentablemente al tratarse de una figura de autoridad, que además ha exacerbado esa autoridad de manera omnipotente con el culto a su personalidad, se da un proceso identificatorio del colectivo creando ambientes de crisis, violencia, intolerancia y corrupción en todos los niveles.
De ahí que, en nuestra opinión, el Presidente Chávez no está en condiciones psicológicas de ejercer la máxima magistratura. 

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