Compatriotas: Pasada la euforia por el éxito de las
primarias, reflexionemos sobre lo que nos espera. No hay un camino, sino dos.
El de los votos y el de la calle, porque lo repito una vez más: esto se decidirá en la calle, no en las elecciones,
por lo cual hay que trabajar en dos planos paralelos: el electoral y el social.
Es la única manera de que el camino de
los votos desemboque en la calle, escenario de la batalla decisiva.
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Los que no votamos por el candidato electo en las primarias
le damos nuestro respaldo. Es absolutamente necesario mantener la unidad.
Pero consecuentes con nuestra posición
de que esto se decidirá en la calle debemos dirigir nuestros esfuerzos a la
lucha social, mientras el candidato se concentra en la lucha
político-electoral. En la lucha social está la clave de la victoria política.
Sólo con ella podremos compensar las desventajas electorales y romper el cerco
institucional.
¿De cuáles desventajas electorales hablamos? De ventajismo y
fraude. Veamos un ejemplo. En las primarias de 2011 participaron tres millones
de electores. En la Lista Tascón/Maisanta de 2004 aparecemos tres millones de
electores. Significa que el voto duro de oposición ha permanecido inalterable
en tres millones de electores. A los fallecidos en siete años los han
sustituido sus hijos y a los desertores las nuevas promociones de jóvenes. ¿Es
bueno o malo que se haya mantenido inalterable el voto duro? Es bueno si
tomamos en cuenta que la tiranía ha recrudecido infundiendo miedo y la
construcción del comunismo ha avanzado despojando a muchos de sus recursos para
la lucha. Esto es lo mejor de las primarias: el miedo y el despojo no han mermado el voto duro de
oposición. Hay tres millones firmes. Forman el ejército civil de la democracia.
A este ejército combativo y decidido no se lo puede defraudar de nuevo como se
lo defraudó en 2004 cuando el revocatorio y en 2006 cuando la elección
presidencial. Es malo este dato si lo comparamos con el número de electores
virtuales o falsos y de votantes extranjeros cedulados, entre ellos miles de
cubanos y de chinos que no hablan español, que según los análisis de
SÚMATE/ESDATA y estadísticos independientes se calculan en tres millones. Esto
nos lleva a la conclusión que si no hay una depuración del registro electoral,
para excluir a los electores fantasmas y falsos cedulados, sólo podemos decir
que la oposición los ha igualado con el voto duro. O al revés, el enemigo ha
logrado igualar el voto duro de oposición con votantes fantasmas y falsos
cedulados. Sin la depuración del registro electoral la oposición seguirá
teniendo este peso muerto. Por consiguiente, no demandar imperativamente la
depuración del registro electoral sería suicida.
¿De qué cerco institucional hablamos? La reacción de la
tiranía comunista ante el éxito de las primarias demuestra que está dispuesta a
todo para ganar la elección presidencial y, si la pierde, está dispuesta a todo
para no entregar. Al decir todo nos referimos a que actuará sin freno legal y
sin freno moral. Ya lo está haciendo. En la primera línea de ataque ha colocado
a las instituciones secuestradas. Es el caso del TSJ. En este incidente se puso
en evidencia qué hacer para romper el cerco institucional, primer obstáculo a
derribar. Se resume en este lema: DESACATO Y DESAFÍO. Al romper el cerco
institucional, desacatan y desafiando a las instituciones secuestradas, la
tiranía comunista se verá obligada a quitarse la careta y recurrir a las vías
de hecho. Tendrá que apelar a su fuerza de choque: los malandros de sus bandas
paramilitares, los jerarcas militares acusados de narcotráfico, sus saqueadores
del Tesoro Nacional con el botín en la mano y las guerrilas colombianas cuya
supervivencia depende del enclave venezolano.
Y detrás Cuba, con sus cincuenta mil agentes encargados de conservar la
colonia venezolana, e Irán con sus agentes secretos que tienen la misión de
conservar la plaza estratégica contra Estados Unidos.
¿Significa que, por esta alianza de los malvados, estamos
condenados a la perpetuación de su tiranía? No, en absoluto. Significa que solo
el pueblo en la calle los echa del poder, como pasó aquí el 23 de enero del 58
y el 11 de abril de 2002, y como nos lo ha recordado la primavera árabe. Y cuando
el pueblo se lanza a la calle, los militares se suman. Pero para que el pueblo
se lance a la calle hay que privilegiar la lucha social. Hay, pues, que
trabajar en dos planos paralelos: el electoral y el social. O sea, unir voto y
calle.
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