Compatriotas: También la oposición está en una encrucijada:
seguir el camino nica, que consolidaría la tiranía comunista recibiendo a
cambio cuotas de poder (diputaciones, alcaldías y gobernaciones), o tomar el
camino peruano que conduciría a la caída del régimen y al cambio del sistema,
dando inicio a una etapa de democracia y prosperidad creciente. ¿Cuál es el
camino peruano y cómo tomarlo?
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En 1990 Perú estaba inmerso en una profunda crisis política,
económica y social, por la cual los partidos y los políticos se habían
desprestigiado. Surgió entonces un candidato extrapartido y antipartido. Era
Alberto Fujimori, que ganó la elección presidencial. Ya en el poder decidió
disolver el Congreso y suspender en sus funciones a la Corte Suprema de
Justicia, además de otros altos funcionarios entre ellos los árbitros
electorales. A continuación convocó una Constituyente que redactó una
Constitución reeleccionista, lo que le permitió la reestructuración de los
poderes públicos con funcionarios de su confianza y luego su reelección para el
período siguiente (1995-2000). Pero no se conformó con ello. En vista de que su
propia Constitución sólo permitía la reelección inmediata a un período
adicional, hizo aprobar por su Congreso una “ley de interpretación auténtica”,
así denominada, que autorizó su postulación para el tercer período, en unas
elecciones que serían legitimadas, como era de suponer porque así venía siendo,
con la participación de un candidato opositor, sin chance alguno por el ventajismo y el fraude,
pero comprometido de antemano a reconocer el resultado a cambio de cuotas de
poder.
Sucedió entonces que, disgustados los peruanos con los
políticos de oposición por prestarse a ser comparsas en elecciones amañadas,
escogieron a un “outsider” para enfrentar a Fujimori. Como en Perú hay dos
vueltas, la primera sirve de primarias para la oposición. En ella clasificó
Alejandro Toledo como candidato único de oposición. Logrado esto Toledo pasó a
la segunda etapa de su estrategia. Denunció, primero, la inconstitucionalidad
de la postulación de Fujimori y, además, lo acusó de ventajismo y fraude.
Exigió la revisión del sistema electoral, desde el registro hasta el
escrutinio, y ante la negativa de la ONPE (el CNE de allá) retiró su
candidatura, declarando que no reconocería el resultado fraudulento en caso de
que fuesen celebradas, como en efecto lo fueron. Su actitud deslegitimó a
Fujimori ante el pueblo peruano y ante la comunidad internacional. Varios
gobiernos democráticos se negaron a reconocer la reelección del tirano.
Entonces Toledo pasó a la tercera fase de su estrategia: la
desestabilización. En los días anteriores a la toma de posesión de Fujimori,
fue elevando el clima de agitación hasta hacerlo culminar en la “Marcha de los
Cuatro Suyos”, una multitudinaria movilización popular que concentró en Lima a
centenares de miles de manifestantes que llegaron desde los cuatro puntos
cardinales. Se llamó de los “cuatro suyos” para simbolizar las cuatro regiones
(suyos) en que se dividía Tahuantisuyo, el imperio inca.
No cayó Fujimori enseguida, pero quedó deslegitimado y su
gobierno desestabilizado. Cualquier cosa podía pasar. Y en efecto pasó. Estalló
el escándalo de la compra de 50 mil fusiles Kalashnikov AK-47, que fue un
negocio de los corruptos del régimen que recibieron elevadas comisiones, y algo
más: por lo menos 10 mil de esos fusiles fueron a parar a manos de las FARC. A
un escándalo le sucedió otro, hasta llegar a los videos en los cuales aparecía
Montesinos comprando, plata en mano, a toda clase de personajes. La situación
del régimen se hizo insostenible. Consciente de que estaba caído, Fujimori
aprovechó un viaje para renunciar desde el extranjero. Habían transcurrido
menos de cuatro meses desde la “Marcha de los Cuatro Suyos”, que llevó a su
punto culminante el proceso de agitación y desestabilización de la tiranía.
Hubo un gobierno de transición y Perú entró a una etapa de prosperidad en
libertad, de la cual vienen disfrutando los afortunados peruanos.
A los partidos de la oposición de aquí sólo les queda tomar
el camino peruano. Si no lo hacen, y optan por el camino nica (de Nicaragua),
de convalidar el fraude, que consolidaría la tiranía comunista, a cambio de
cuotas de poder (pacto Ortega-Alemán o intra-élites políticas), serán
sepultados por fuerzas emergentes que surgen siempre cuando partidos y
políticos se desprestigian. Así como apareció El Tirano, vendrá otro a llenar
el vacío.
Espero que esta vez tengan oídos finos como para oír crecer
la hierba. Les recuerdo que a la vieja democracia le advertimos su fin sino
rectificaba. Nos llamaron “profetas del desastre” y, en efecto, fuimos profetas
porque el desastre vino.
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