En reunión de los Aliados cuando se acercaba el fin
de la 2ª. Guerra Mundial, uno de ellos propuso invitar al Papa a participar. La
respuesta de Stalin fue cortante preguntando: “cuántas divisiones tiene el
Papa?”. Vista la objeción, se descartó la invitación. Pero el Vaticano tomó
nota de la debilidad político-social de la Iglesia, como quedó demostrado entre
las dos guerras, cuando no pudo enfrentar exitosamente al nazi-fascismo
precisamente en las cristianas Italia y Alemania. Hecha la evaluación cambió la
estrategia vaticana, bajo la dirección de Pío XII, el pontífice de mayor visión
geopolítica hasta la llegada de Juan Pablo II. A partir de entonces, la Iglesia
decidió fomentar la constitución de partidos demócratas-cristianos, los cuales
aprovecharon la orfandad de partidos democráticos para tomar inmediatamente el
poder político en la Europa de post-guerra presentándose como la alternativa
ante el avance del comunismo soviético. Adenauer en Alemania, De Gasperi en
Italia y Schuman en Francia, los tres demócratas cristianos, echaron desde el
poder las bases del ESTADO DE BIENESTAR y de la UNIÓN EUROPEA, que han sido los
fundamentos de la paz, estabilidad y prosperidad de Europa Occidental durante
los 75 años siguientes en la cual siguen jugando papel decisivo los partidos
demócratas-cristianos.
Movamos el reflector a Venezuela. La Iglesia está
enfrentando a la tiranía a la cual ha calificado de “comunista, marxista
radical” desde los tiempos de los Cardenales Castillo Lara y Velasco y el
Arzobispo Padrón. Y siempre ha denunciado la dramática situación que padece el
pueblo venezolano bajo el comunismo. Pero la Iglesia venezolana está igual que
la europea de entreguerra: no pasa de las palabras, porque no hay una fuerza
político-social que le sirva de eco y sobre todo que engrane las palabras de los
cristianos a la acción. Y no la hay porque el partido demócrata cristiano que
existía como una de las bases de la democracia desapareció. Su lugar lo ocupa
un disfraz que Maduro le ha puesto. Significa que la Iglesia venezolana ha
perdido el aliado, que coincide con ella en la doctrina pero actúa
independientemente, libre de la obediencia de los curas al Vaticano.
Algo peor: para el Papa Francisco, antítesis de Pío
XII y Juan Pablo II, el enemigo no es el comunismo sino el capitalismo. Está
disparando para atrás, creando confusión y caos en las propias filas. Siento a
la Iglesia venezolana maniatada por el Vaticano, lo cual es una desgracia para
los venezolanos porque la anula como FACTOR DE PODER decisivo de verdad en un
pais de cultura española con no menos de 75% de población católica.
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