1.- En estos momentos, cuando no se ve acción de masas en las calles, muchos se confunden. Algunos caen en el pesimismo, otros en la desilusión y unos cuantos en el entreguismo, cediendo a las intrigas de los “colaboracionistas”, conocidos popularmente como “alacranes.”
2.- Los veteranos de la Primera Guerra Contra las Tiranías, o sea, los que militamos en la resistencia clandestina contra la anterior tiranía, vivimos las mismas circunstancias transitorias de confusión, pero sin alacranes o colaboracionistas. Pudimos constatar entonces lo que ya sabíamos los que nacimos a orillas del mar. Que si el mar se retira, cuando está incubada la tempestad, es porque regresará vuelto huracán o tsunami. En política eso se traduce en un arrase o insurrección. Dicho con palabras de hoy: será “un final por las malas”, como siempre ha sido en Venezuela el fin de una época y comienzo de la siguiente. Pero ahora peor, con mayor fuerza y pasión, porque son muchas la heridas e innumerables las facturas por cobrar.
3,- ¿Qué hicimos entonces cuando vivimos esta misma situación? Sostener el contacto con los compañeros de célula, que así llamábamos a los que hoy se llaman “comanditos”. La finalidad: mantener la moral de lucha y la confianza plena en nuestros dirigentes. Y estar preparados para la llamada en cualquier momento, prestos para la acción cuando estallara lo que esperábamos. Lo que forzosa e inexorablemente tenía que estallar.
4.- Los grandes líderes estaban presos o exiliados (Betancourt, Jóvito, Caldera, Machado). El último fue Caldera que pudo escapar de la persecución asilándose en la Embajada del Vaticano (Nunciatura Apostólica). Esto no nos desmoralizó, sino que, por el contrario, los enalteció a ellos ante nosotros reforzando su liderazgo como ejemplo de valentía, constancia y sacrificio.
Sus sustitutos nos eran desconocidos. No sabíamos siquiera su nombre. Apenas que estaban integrados en una Junta Patriótica. Eran para nosotros unos fantasmas pero confiábamos en ellos. Así les correspondimos a su gallardía: estaban exponiendo libertad y vida, como nosotros y por nosotros. Y esto era suficiente para creer en ellos.
Lo mismo debemos hacer ahora con María Corina y Edmundo González. Son nuestros “abanderados”.
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