El eminente sociólogo, Prof.
Ramón Piñango, ha publicado este acertado twitter refiriéndose a la situación
actual: “En el Mar de los Sargazos, calma chicha. ¿Se moverá el barco del país?
¿Qué viento lo moverá ¿Con qué rumbo?”.
Como ahora no se enseña geografía
e historia, permítanme aclarar que el Mar de los Sargazos, descrito por Colón
en su primer viaje, es un sector del Océano Atlántico tapizado por un bosque
marino superficial de algas y planctons, el cual se caracteriza por la
frecuente ausencia de vientos o corrientes marinas, lo que se llama “calma
chicha”: estado de la atmósfera cuando
no hay viento y del mar cuando no hay olas.
Un escritor mexicano describió lo
que significa para los marinos de mar y tierra, como somos todos: "Hablar
de calma chicha es hablar de la quietud. Pero no de esa que cura la fatiga, no
de esa que abre espacios a la meditación, no de la que es remanso en la
turbulencia de la vida. Hablar de calma chicha es hablar de la otra quietud, la
que desespera, en la que no hay negro ni blanco, ni frío ni calor, ni bien ni
mal, la que sabe a muerte".
La expresión se trasladó a los
fenómenos atmosféricos de las costas, donde la “calma chicha” precede a la
tempestad. Podría suscribir estas palabras ajenas y aplicarlas a las costas
corianas: “Calma chicha se llama la calma que antecede la tormenta. Eso lo
aprendí de niño. Nací a metros del mar. Calma chicha es una expresión que oí de
niño. Y conozco su realidad. La he vivido.” Hoy la siento, como el Prof.
Piñango. En Venezuela hay una asfixiante y desesperante calma chicha.
Se inició la calma chicha en el
momento en que el gobierno de Estados Unidos debió darle prioridad a la
atención de sus ciudadanos ante la pandemia. Entonces Guaidó recurrió a los
remos a ver si se le movía el barco de la transición. Inventó el Gobierno de
Emergencia. No consiguió remeros. Quedó estancado en el Mar de los Sargazos,
donde permanece. Mientras Maduro ya sin futuro, sobrevive por el virus chino
que centró la atención general.
A diferencia de la atmósfera, en
la política la tempestad se puede provocar y, en casos como el nuestro, se debe
provocar. Dejando que Maduro cargue con la emergencia sanitaria del virus chino
para que, en lugar de su salvación, sea su derrumbe. ¿Cómo? Hagan oposición
como la harían los comunistas si los demócratas fueran gobierno. Agitación,
agitación y más agitación. Dejen de ser políticamente correctos. Dejen los
escrúpulos. Y abandonen el debate jurídico. Ubíquense en el terreno social.
Háblenle al estómago de los hambrientos, al corazón de enfermos y familias de
fallecidos, al cerebro de los que piensan. Hablen al estómago, al corazón y al
cerebro de todos y provoquen el estallido de la rabia. Aprendan de los
comunistas a hacer oposición, que es lo único que saben hacer.
Al país lo moverá una de estas
dos tempestades: por sotavento, la rebelión militar antes de la intervención
extranjera si los militares aprovechan, para salvarse, la calma chicha
provocada por el virus chino; o por barlovento, el estallido de la rebelión
popular, cuyas primeras manifestaciones en las gasolineras prueban que el
pueblo desarmado puede hacer correr a los militares de la narcotiranía. Basta
que la oposición haga oposición como la hacen los comunistas. Algún día los
demócratas deben dejar de ser pendejos puritanos.
Jesús Antonio Petit Da Costa
ENCARGADURÍA 17 08-04-20
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