lunes, 8 de agosto de 2011

Implantarle un cerebro a Venezuela

Compatriotas: Somos un país descerebrado. El país no tiene cerebro, pues carece de una elite dirigente con un proyecto nacional. Al estar descerebrado, se mantiene en estado vegetativo. Nada lo despierta, nada lo conmueve. De esta circunstancia se ha aprovechado Fidel Castro para convertirnos en provincia de Cuba. Urge un implante de cerebro a este país descerebrado.
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¿Tienen cerebro los comunistas que nos gobiernan? Si tuvieran cerebro, Venezuela no sería provincia de Cuba, sino al revés: Cuba sería provincia de Venezuela. Si tuvieran cerebro, no hubiesen pagado a Cuba para que nos colonice, sino al revés: habrían comprado a Cuba, tomando el control de sus fuerzas militares y policiales, de sus servicios secretos, de su identificación y extranjería, de su educación y su sanidad, de sus registros y notarías, de sus empresas y de sus materias primas. Si tuvieran cerebro, no serían comunistas, y mucho menos habrían importado el modelo cubano que ha fracasado, sino al revés: habrían adaptado el capitalismo exitoso a la realidad nacional, insertándonos en la globalización, y lo habrían exportado a Cuba como modelo ahora cuando lo necesitan. Si tuvieran cerebro, no tendrían necesidad de una maestra de pre-escolar en marxismo, Martha Haenecker, enviada por Fidel, sino al revés: habrían enviado a Cuba a universitarios prominentes para enseñarles ciencia y tecnología. Si tuvieran cerebro, no se habrían sometido a la jefatura de El Tirano, un caletrero que sólo repite al caletre lo que le dicta Fidel Castro, sino al revés: exigirían debatir ideología y estrategia, programa, doctrina y acción de gobierno, enriqueciendo así la política nacional. Si tuvieran cerebro, no habrían llevado a Venezuela a la ruina y a la degradación moral, sino al revés: la habrían elevado a primera potencia económica de América Latina y ejemplo de honestidad. Si tuvieran cerebro, no habrían fomentado el odio entre venezolanos, sino al revés: habrían unido a todos alrededor de un proyecto compartido de país grande y poderoso.
Tenemos, pues, un gobierno discapacitado mentalmente, y por ello comprensiblemente sometido a la dirección y tutela de la monarquía comunista cubana. Y en la oposición, qué tenemos? Veamos. No hay partidos en cuyo seno se debatan ideología y estrategia, con ejercicio de crítica y auto-crítica, sino montoneras caudillistas. Cada partido tiene un dueño. A consecuencia de ello, no comparten un proyecto nacional, puesto que carecen de uno propio. Ni siquiera coinciden en la definición de la naturaleza del enemigo y en la uniformidad del lenguaje. Forman apenas una alianza electoral, pendiente únicamente de elecciones, por consiguiente inepta para provocar el desenlace de una situación que no debería prolongarse más.
No exageramos. Veamos el caso de las primarias. ¿Cuáles son las ideas fundamentales que diferencian a los pre-candidatos, las cuales deben tener en cuenta los electores para votar a favor de uno u otro?  No lo sabemos porque no hay debate entre ellos. Hasta ahora las primarias parecen una competencia de belleza para escoger a Mr. Venezuela. Se intenta crear una matriz de opinión por la cual sólo tienen chance, no los más preparados ni mejor calificados para presidir la más difícil transición de nuestra historia, sino los jóvenes, bellos y chéveres, con cuerpo de modelos de pasarelas. Quedan así descartados de antemano: los canosos, los calvos, los barrigones, los miopes, los mayores de cincuenta años, los que usan paltó y corbata porque no están “in”, los que se ponen guayabera porque es cosa de viejos, los que no usan gorra echada pa´lante, pa`atrás o de medio-lado, que es como da nota. Un disparate porque la historia enseña que, desde Páez hasta El Tirano, el pueblo ha preferido a los feos porque “son como tú”. Y lo que interesa no es el físico, sino un cerebro bien amueblado.
¿Qué prueba esto último? Que la oposición está igualmente descerebrada. Nos hemos quedado sin ninguno de los hemisferios del cerebro: el izquierdo y el derecho. Urge entonces implantarle un cerebro a Venezuela. Pero ya sabemos que un implante de cerebro requiere, por su complejidad, un cirujano diestro. Debemos comenzar por escogerlo. ¿Cómo? De eso hablaremos.

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